Reina Valera Gomez - Lucas
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Lucas 1 |
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1 |
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Puesto que ya muchos han intentado poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros son ciertísimas, |
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2 |
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así como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra; |
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3 |
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me ha parecido también a mí, después de haber entendido perfectamente todas las cosas desde el principio, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, |
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para que conozcas la certeza de las cosas en las que has sido instruido. |
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5 |
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Hubo en los días de Herodes, rey de Judasa, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. |
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Y ambos eran justos delante de Dios, andando irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. |
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Y no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. |
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Y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios en el orden de su clase, |
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9 |
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conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte encender el incienso, entrando en el templo del Señor. |
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Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. |
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Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. |
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Y viéndole, se turbó Zacarías, y cayó temor sobre él. |
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Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. |
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Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento. |
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15 |
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Porque será grande delante del Señor; y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. |
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Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos. |
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Porque él irá delante de Él en el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los desobedientes a la sabiduría de los justos, para preparar un pueblo dispuesto para el Señor. |
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Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada. |
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Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y soy enviado a hablarte y darte estas buenas nuevas. |
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Y he aquí estarás mudo y no podrás hablar, hasta el día que esto sea hecho, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. |
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Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se maravillaban de que él se demorase en el templo. |
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Y cuando salió, no les podía hablar; y entendieron que había visto visión en el templo, pues les hablaba por señas, y permanecía mudo. |
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Y aconteció que cumpliéndose los días de su ministerio, se fue a su casa. |
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Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se encubrió por cinco meses, diciendo: |
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Así me ha hecho el Señor en los días en que miró para quitar mi afrenta entre los hombres. |
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Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, |
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a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. |
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Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. |
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Y cuando ella le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería ésta. |
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Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. |
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Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. |
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Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; |
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y reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin. |
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Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. |
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Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo Santo que de ti nacerá, será llamado el Hijo de Dios. |
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Y he aquí tu prima Elisabet, la que llamaban estéril, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella; |
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Porque con Dios nada será imposible. |
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Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella. |
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Y en aquellos días levantándose María, se fue aprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; |
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y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. |
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Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, |
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y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. |
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¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? |
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Porque he aquí, tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. |
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Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor. |
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Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor; |
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Y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador, |
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porque ha mirado la bajeza de su sierva; y he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. |
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Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; y santo es su nombre. |
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Y su misericordia es en los que le temen, de generación en generación. |
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Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en las imaginaciones de sus corazones; |
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Derribó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. |
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53 |
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A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. |
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54 |
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Socorrió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia; |
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55 |
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tal como habló a nuestros padres, a Abraham, y a su simiente para siempre. |
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Y se quedó María con ella como tres meses, y se regresó a su casa. |
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57 |
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Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. |
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Y oyeron sus vecinos y sus parientes que Dios había mostrado para con ella grande misericordia, y se regocijaron con ella. |
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59 |
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Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban por el nombre de su padre, Zacarías. |
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Y respondiendo su madre, dijo: No; sino Juan será llamado. |
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Y le dijeron: No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre. |
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Entonces hicieron señas a su padre, preguntándole cómo le quería llamar. |
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Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. |
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64 |
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Y al instante fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. |
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65 |
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Y vino temor sobre todos sus vecinos; y todas estas cosas se divulgaron por todas las montañas de Judasa. |
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66 |
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Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor era con él. |
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67 |
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Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: |
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68 |
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Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, |
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69 |
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y nos alzó cuerno de salvación en la casa de David su siervo, |
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tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio del mundo; |
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71 |
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Que habríamos de ser salvos de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen; |
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72 |
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para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; |
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73 |
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Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, |
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74 |
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que nos habría de conceder, que liberados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos, |
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en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida. |
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76 |
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Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para preparar sus caminos; |
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77 |
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para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para remisión de sus pecados, |
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78 |
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por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la aurora nos visitó de lo alto, |
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79 |
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para dar luz a los que habitan en tinieblas y sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz. |
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80 |
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Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en el desierto hasta el día que se mostró a Israel. |
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Lucas 2 |
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1 |
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Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. |
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Este empadronamiento primero fue hecho siendo Cirenio gobernador de Siria. |
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3 |
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E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. |
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4 |
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Y José también subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judasa, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; |
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5 |
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para ser empadronado con María su esposa, desposada con él, la cual estaba a punto de dar a luz. |
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6 |
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Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. |
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7 |
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Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. |
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8 |
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Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. |
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9 |
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Y he aquí, el ángel del Señor vino sobre ellos, y la gloria del Señor los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor. |
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10 |
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Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: |
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Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. |
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Y esto os será por señal; hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. |
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13 |
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Y repentinamente fue con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan a Dios, y decían: |
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Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres. |
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15 |
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Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado. |
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16 |
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Y vinieron aprisa, y hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre. |
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17 |
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Y al verlo, hicieron notorio lo que les había sido dicho acerca del niño. |
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Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. |
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Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. |
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20 |
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Y se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho. |
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21 |
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Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre JESÚS; como fue llamado por el ángel antes que Él fuese concebido en el vientre. |
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22 |
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Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor |
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( Como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo al Señor ), |
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y para ofrecer sacrificio, conforme a lo que está dicho en la ley del Señor; un par de tórtolas, o dos palominos. |
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25 |
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Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. |
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Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor. |
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Y vino por el Espíritu al templo. Y cuando los padres metieron al niño Jesús en el templo, para hacer por Él conforme a la costumbre de la ley, |
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él entonces le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: |
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Señor, ahora despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; |
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Porque han visto mis ojos tu salvación, |
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La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; |
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luz para revelación a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel. |
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Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de Él. |
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Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, Éste es puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel; y por señal a la que será contradicho |
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( Y una espada traspasará también tu misma alma ), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. |
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Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; la cual era grande de edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad; |
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y era viuda como de ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo a Dios de noche y de día con ayunos y oraciones. |
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Y ésta, viniendo en la misma hora, también daba gracias al Señor, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. |
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Y cuando cumplieron todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. |
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Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él. |
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E iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua. |
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Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. |
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Y cuando cumplieron los días, regresando ellos, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo José y su madre. |
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Y pensando que estaba en la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos; |
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y como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. |
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Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles. |
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Y todos los que le oían, se admiraban de su inteligencia, y de sus respuestas. |
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Y cuando le vieron, se asombraron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. |
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Entonces Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? |
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Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. |
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51 |
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Y descendió con ellos, y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. |
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52 |
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Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. |
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Lucas 3 |
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1 |
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Y en el año quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judasa Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, |
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2 |
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siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. |
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3 |
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Y él vino por toda la tierra alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados, |
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4 |
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como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. |
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5 |
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Todo valle será llenado, y se bajará todo monte y collado; y lo torcido será enderezado, y los caminos ásperos serán allanados; |
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6 |
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y toda carne verá la salvación de Dios. |
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7 |
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Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? |
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8 |
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Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. |
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9 |
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Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. |
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10 |
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Y la gente le preguntaba, diciendo: ¿Qué, pues, haremos? |
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11 |
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Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. |
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12 |
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Y vinieron también publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? |
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13 |
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Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. |
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14 |
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Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dice: No hagáis extorsión a nadie ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario. |
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15 |
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Y el pueblo estaba en expectativa, y se preguntaban todos en sus corazones en cuanto a Juan, si él sería el Cristo. |
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16 |
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Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado: Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. |
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17 |
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Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y juntará el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. |
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18 |
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Y así, muchas otras cosas predicaba al pueblo en su exhortación. |
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19 |
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Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, |
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20 |
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sobre todas ellas, añadió además ésta; que encerró a Juan en la cárcel. |
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21 |
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Y aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, |
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22 |
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y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia. |
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23 |
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Y el mismo Jesús comenzaba a ser como de treinta años, siendo ( como se creía ) hijo de José, hijo de Elí, |
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24 |
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hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José, |
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25 |
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hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai, |
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26 |
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hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Simeí, hijo de José, hijo de Judá, |
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27 |
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hijo de Joana, hijo de Rhesa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, |
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28 |
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hijo de Melqui, hijo de Abdi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er, |
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29 |
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hijo de José, hijo de Eliezer, hijo de Joreim, hijo de Matat, hijo de Leví, |
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30 |
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hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, |
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31 |
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hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David, |
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32 |
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hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Boaz, hijo de Salmón, hijo de Naasón, |
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33 |
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hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, |
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34 |
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hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, |
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35 |
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hijo de Serug, hijo de Reu, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala, |
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36 |
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hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, |
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37 |
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hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, |
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38 |
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hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios. |
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Lucas 4 |
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1 |
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Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto |
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2 |
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por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días; pasados los cuales, luego tuvo hambre. |
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3 |
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Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. |
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4 |
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Y Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. |
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5 |
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Y le llevó el diablo a un monte alto, y le mostró en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra. |
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6 |
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Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me es entregada, y a quien quiero la doy. |
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7 |
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Si tú, pues, me adorares, todos serán tuyos. |
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8 |
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Y respondiendo Jesús, le dijo: Quítate de delante de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás. |
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9 |
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Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre las almenas del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; |
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10 |
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porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; |
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11 |
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y: En sus manos te sostendrán, para que no tropieces tu pie en piedra. |
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12 |
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Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. |
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13 |
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Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo. |
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14 |
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Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y salió su fama por toda la tierra de alrededor. |
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15 |
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Y Él enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado de todos. |
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16 |
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Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y entró el día sábado en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. |
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17 |
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Y le fue dado el libro del profeta Isaías. Y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito: |
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18 |
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El Espíritu del Señor está sobre mí: Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón: Para predicar libertad a los cautivos: Y a los ciegos vista: Para poner en libertad a los quebrantados: |
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19 |
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Para predicar el año agradable del Señor. |
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20 |
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Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó: Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. |
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21 |
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Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos. |
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22 |
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Y todos daban testimonio de Él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es Éste el hijo de José? |
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23 |
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Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra. |
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24 |
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Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra. |
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25 |
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Pero en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, en que hubo una gran hambre en toda la tierra; |
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26 |
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pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda. |
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27 |
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Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. |
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28 |
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Y cuando oyeron estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; |
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29 |
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y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual la ciudad de ellos estaba edificada, para despeñarle. |
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30 |
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Pero Él, pasando por en medio de ellos, se fue. |
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31 |
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Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los sábados. |
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32 |
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Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad. |
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33 |
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Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de un demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, |
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34 |
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diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. |
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35 |
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Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno. |
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36 |
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Y todos estaban asombrados, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen? |
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37 |
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Y su fama se divulgaba por todos los lugares contiguos. |
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38 |
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Y levantándose, salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba con una gran fiebre; y le rogaron por ella. |
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39 |
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Y acercándose a ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó; y al instante ella se levantó y les servía. |
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40 |
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Y a la puesta del sol, todos aquellos que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a Él; y Él ponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba. |
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41 |
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Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios. Pero Él les reprendía y no les dejaba hablar; porque sabían que Él era el Cristo. |
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42 |
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Y cuando se hizo de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando hasta Él; le detenían para que no se fuera de ellos. |
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43 |
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Pero Él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades yo predique el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado. |
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44 |
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Y predicaba en las sinagogas de Galilea. |
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Lucas 5 |
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1 |
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Y aconteció, que estando Él junto al lago de Genezaret, la multitud se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios. |
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2 |
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Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. |
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3 |
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Y entrado en una de las barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. |
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4 |
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Y cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. |
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5 |
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Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. |
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6 |
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Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. |
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7 |
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E hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. |
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8 |
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Al ver esto Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. |
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9 |
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Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, a causa de la presa de los peces que habían tomado; |
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10 |
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y asimismo a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora pescarás hombres. |
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11 |
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Y cuando trajeron las barcas a tierra, dejándolo todo, le siguieron. |
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12 |
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Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo a Jesús, se postró sobre su rostro, y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. |
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13 |
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Y extendiendo su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. |
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14 |
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Y Él le mandó que no lo dijese a nadie; Pero ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos. |
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15 |
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Pero su fama mucho más se extendía, y grandes multitudes se reunían para oírle, y ser sanados por Él de sus enfermedades. |
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16 |
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Mas Él se apartaba al desierto, y oraba. |
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17 |
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Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados; los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judasa y Jerusalén: Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos. |
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18 |
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Y he aquí unos hombres que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico; y procuraban meterle, y ponerle delante de Él. |
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19 |
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Y no hallando por dónde meterlo a causa de la multitud, subieron a la azotea y por el tejado lo bajaron con el lecho y lo pusieron en medio, delante de Jesús. |
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20 |
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Y al ver Él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. |
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21 |
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Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a murmurar, diciendo: ¿Quién es Éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? |
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22 |
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Y Jesús, percibiendo los pensamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones? |
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23 |
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¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? |
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24 |
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Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados ( dijo al paralítico ): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. |
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25 |
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Y al instante, se levantó en presencia de ellos, y tomando el lecho en que había estado acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. |
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26 |
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Y todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas. |
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27 |
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Y después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. |
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28 |
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Y dejándolo todo, se levantó, y le siguió. |
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29 |
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Y Leví le hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos. |
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30 |
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Y los escribas y los fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? |
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31 |
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Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. |
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32 |
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No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. |
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33 |
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Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben? |
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34 |
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Y Él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos? |
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35 |
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Pero los días vendrán cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán. |
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36 |
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Y les dijo también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el nuevo lo rompe, y el remiendo sacado del nuevo no armoniza con el viejo. |
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37 |
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Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán. |
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38 |
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Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y ambos se conservan. |
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39 |
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Y ninguno que bebiere el añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor. |
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Lucas 6 |
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1 |
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Y aconteció en el segundo sábado después del primero, que pasando Él por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y comían, restregándolas con las manos. |
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2 |
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Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados? |
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3 |
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Respondiendo Jesús les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban; |
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4 |
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cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él? |
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5 |
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Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del sábado. |
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6 |
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Y aconteció también en otro sábado, que Él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha. |
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7 |
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Y le acechaban los escribas y los fariseos, si sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle. |
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8 |
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Pero Él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. |
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9 |
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Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en sábados hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? |
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10 |
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Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada, sana como la otra. |
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11 |
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Y ellos se llenaron de ira; y hablaban entre sí de qué podrían hacer a Jesús. |
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12 |
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Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. |
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13 |
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Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos, y escogió doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles. |
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14 |
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A Simón, a quien también llamó Pedro, y a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, |
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15 |
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Mateo y Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón el que se llama Zelotes; |
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16 |
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Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que también fue el traidor. |
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17 |
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Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judasa y de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; |
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18 |
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y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos; y fueron sanados. |
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19 |
|
Y toda la multitud procuraba tocarle; porque poder salía de Él, y sanaba a todos. |
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20 |
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Y alzando Él sus ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres; porque vuestro es el reino de Dios. |
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21 |
|
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. |
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22 |
|
Bienaventurados seréis, cuando los hombres os aborrecieren, y cuando os apartaren de sí, y os vituperaren, y desecharen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. |
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23 |
|
Regocijaos en aquel día, y saltad de gozo; porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; porque así hacían sus padres a los profetas. |
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24 |
|
Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque tenéis vuestro consuelo. |
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25 |
|
¡Ay de vosotros, los que estáis llenos! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis. |
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26 |
|
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablaren bien de vosotros! Porque así hacían sus padres a los falsos profetas. |
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27 |
|
Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; |
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28 |
|
Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. |
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29 |
|
Y al que te hiriere en una mejilla, dale también la otra; y al que te quitare la capa, no le impidas llevar aun la túnica. |
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30 |
|
Y a cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. |
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31 |
|
Y como queréis que os hagan los hombres, así también hacedles vosotros: |
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32 |
|
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. |
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33 |
|
Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. |
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34 |
|
Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. |
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35 |
|
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando nada a cambio; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos. |
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36 |
|
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. |
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37 |
|
No juzguéis, y no seréis juzgados: No condenéis, y no seréis condenados: Perdonad, y seréis perdonados. |
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38 |
|
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir. |
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39 |
|
Y les dijo una parábola: ¿Puede el ciego guiar al ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? |
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40 |
|
El discípulo no es mayor que su maestro; mas todo el que es perfecto, será como su maestro. |
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41 |
|
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo? |
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42 |
|
¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, cuando tú mismo no miras la viga que está en tu propio ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. |
|
43 |
|
Porque el árbol bueno no da mal fruto; ni el árbol malo da buen fruto. |
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44 |
|
Pues cada árbol por su fruto es conocido. Porque no cosechan higos de los espinos, ni vendimian uvas de las zarzas. |
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45 |
|
El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca. |
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46 |
|
¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? |
|
47 |
|
Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras, y las hace, os enseñaré a quién es semejante: |
|
48 |
|
Semejante es al hombre que edificó una casa, y cavó profundo, y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino un torrente, el río dio con ímpetu contra aquella casa, mas no la pudo mover; porque estaba fundada sobre la roca. |
|
49 |
|
Mas el que oye y no hace, es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y cayó luego; y fue grande la ruina de aquella casa. |
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Lucas 7 |
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1 |
|
Y cuando acabó todas sus palabras a oídos del pueblo, entró en Capernaúm. |
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2 |
|
Y el siervo de un centurión, a quien éste tenía en estima, estaba enfermo y a punto de morir. |
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3 |
|
Y cuando oyó de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. |
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4 |
|
Y viniendo ellos a Jesús, en seguida le rogaron, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; |
|
5 |
|
porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga. |
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6 |
|
Entonces Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; |
|
7 |
|
por lo que ni siquiera me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano. |
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8 |
|
Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mi cargo; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. |
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9 |
|
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. |
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10 |
|
Y volviendo a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. |
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11 |
|
Y aconteció el siguiente día, que Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. |
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12 |
|
Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual también era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. |
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13 |
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Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. |
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14 |
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Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban, se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti digo: Levántate. |
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15 |
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Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. |
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16 |
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Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. |
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17 |
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Y esta fama de Él salió por toda Judasa, y por toda la región de alrededor. |
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18 |
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Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. |
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19 |
|
Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro? |
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20 |
|
Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro? |
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21 |
|
Y en la misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de malos espíritus; y a muchos ciegos dio la vista. |
|
22 |
|
Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, decid a Juan lo que habéis visto y oído; cómo los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es predicado el evangelio; |
|
23 |
|
y bienaventurado es aquel que no fuere escandalizado en mí. |
|
24 |
|
Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento? |
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25 |
|
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que visten preciosas ropas y viven en delicias, en los palacios de los reyes están. |
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26 |
|
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que profeta. |
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27 |
|
Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. |
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28 |
|
Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él. |
|
29 |
|
Y todo el pueblo y los publicanos, al oírle, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. |
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30 |
|
Pero los fariseos y los doctores de la ley, rechazaron el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él. |
|
31 |
|
Y dijo el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? |
|
32 |
|
Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros, y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis. |
|
33 |
|
Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan, ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. |
|
34 |
|
Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. |
|
35 |
|
Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos. |
|
36 |
|
Y uno de los fariseos le rogó que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. |
|
37 |
|
Y he aquí, una mujer de la ciudad que era pecadora, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con ungüento, |
|
38 |
|
y estando detrás de Él a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. |
|
39 |
|
Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. |
|
40 |
|
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro. |
|
41 |
|
Un acreedor tenía dos deudores; el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; |
|
42 |
|
y no teniendo éstos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? |
|
43 |
|
Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien le perdonó más. Y Él le dijo: Rectamente has juzgado. |
|
44 |
|
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; mas ésta ha lavado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con los cabellos de su cabeza. |
|
45 |
|
No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. |
|
46 |
|
No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta, ha ungido con ungüento mis pies. |
|
47 |
|
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le han sido perdonados; porque amó mucho; mas a quien se le perdona poco, poco ama. |
|
48 |
|
Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. |
|
49 |
|
Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es Éste, que también perdona pecados? |
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50 |
|
Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz. |
|
Lucas 8 |
|
|
1 |
|
Y aconteció después, que caminaba Él por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con Él, |
|
2 |
|
y algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la cual habían salido siete demonios, |
|
3 |
|
y Juana, esposa de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. |
|
4 |
|
Y cuando se juntó una gran multitud, y vinieron a Él de cada ciudad, les dijo por parábola: |
|
5 |
|
El sembrador salió a sembrar su semilla; y al sembrarla, una parte cayó junto al camino, y fue hollada; y las aves del cielo la comieron. |
|
6 |
|
Y otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. |
|
7 |
|
Y otra parte cayó entre espinos; y creciendo los espinos juntamente con ella, la ahogaron. |
|
8 |
|
Y otra parte cayó en buena tierra, y nació, y llevó fruto a ciento por uno. Y hablando estas cosas, dijo a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. |
|
9 |
|
Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? |
|
10 |
|
Y Él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. |
|
11 |
|
Ésta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. |
|
12 |
|
Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, para que no crean y sean salvos. |
|
13 |
|
Y los de sobre la piedra, son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; que por un tiempo creen, pero en el tiempo de la prueba se apartan. |
|
14 |
|
Y la que cayó entre espinos; éstos son los que oyen; mas yéndose, son ahogados de los afanes y las riquezas y los placeres de esta vida, y no llevan fruto. |
|
15 |
|
Mas la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto con paciencia. |
|
16 |
|
Ninguno que enciende un candil lo cubre con una vasija, o lo pone debajo de la cama; mas lo pone en un candelero, para que los que entran vean la luz. |
|
17 |
|
Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz. |
|
18 |
|
Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, le será dado; y a todo el que no tiene, aun lo que parece tener le será quitado. |
|
19 |
|
Entonces vinieron a Él su madre y sus hermanos; y no podían llegar a Él a causa de la multitud. |
|
20 |
|
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, y quieren verte. |
|
21 |
|
Entonces respondiendo Él, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la ponen por obra. |
|
22 |
|
Y aconteció un día que Él entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. |
|
23 |
|
Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y peligraban. |
|
24 |
|
Y viniendo a Él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado Él, reprendió al viento y al levantamiento de las aguas; y cesaron, y fue hecha bonanza. |
|
25 |
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Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Qué clase de hombre es Éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen? |
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Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está al lado opuesto de Galilea. |
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27 |
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Y llegando Él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios por ya mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros. |
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28 |
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Éste, cuando vio a Jesús, dio voces, y postrándose delante de Él, dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. |
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( Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre; pues hacía mucho tiempo que le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; pero rompiendo las cadenas, era arrastrado por el demonio a los desiertos. ) |
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Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. |
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31 |
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Y le rogaban que no les mandase ir al abismo. |
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Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y los dejó. |
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Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los puercos; y el hato se arrojó por un despeñadero en el lago, y se ahogó. |
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Y cuando los que los apacentaban, vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos. |
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Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús; vestido, y en su juicio cabal, y tuvieron miedo. |
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Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido sanado aquel endemoniado. |
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Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogó que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y Él, subiendo en la barca, se volvió. |
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Y aquel hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiese estar con Él; mas Jesús le despidió, diciendo: |
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39 |
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Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. |
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Y aconteció que cuando Jesús volvió, la multitud le recibió con gozo; porque todos le esperaban. |
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Y he aquí un varón llamado Jairo, que era príncipe de la sinagoga, vino, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; |
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porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, la multitud le apretaba. |
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Y una mujer que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, |
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vino por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se estancó el flujo de su sangre. |
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Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién me ha tocado? |
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Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque sé que ha salido poder de mí. |
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Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. |
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Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu fe te ha salvado; ve en paz. |
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Hablando aún Él, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro. |
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Y oyéndolo Jesús, le respondió, diciendo: No temas; cree solamente, y será sanada. |
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Y entrado en casa, no dejó entrar a nadie, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la muchacha. |
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Y lloraban todos, y hacían duelo por ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme. |
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Y se burlaban de Él, sabiendo que estaba muerta. |
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Mas Él echó fuera a todos, y tomándola de la mano, le habló, diciendo: Muchacha, levántate. |
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55 |
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Entonces su espíritu volvió, y se levantó en seguida; y Él mandó que le diesen de comer. |
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56 |
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Y sus padres estaban atónitos; pero Él les mandó que a nadie dijesen lo que había sido hecho. |
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