Reina Valera Gomez - Lucas

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Lucas 1
 
  1   Puesto que ya muchos han intentado poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros son ciertísimas,
  2   así como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra;
  3   me ha parecido también a mí, después de haber entendido perfectamente todas las cosas desde el principio, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
  4   para que conozcas la certeza de las cosas en las que has sido instruido.
  5   Hubo en los días de Herodes, rey de Judasa, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
  6   Y ambos eran justos delante de Dios, andando irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
  7   Y no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
  8   Y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios en el orden de su clase,
  9   conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte encender el incienso, entrando en el templo del Señor.
  10   Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
  11   Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
  12   Y viéndole, se turbó Zacarías, y cayó temor sobre él.
  13   Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
  14   Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento.
  15   Porque será grande delante del Señor; y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
  16   Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos.
  17   Porque él irá delante de Él en el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los desobedientes a la sabiduría de los justos, para preparar un pueblo dispuesto para el Señor.
  18   Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.
  19   Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y soy enviado a hablarte y darte estas buenas nuevas.
  20   Y he aquí estarás mudo y no podrás hablar, hasta el día que esto sea hecho, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
  21   Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se maravillaban de que él se demorase en el templo.
  22   Y cuando salió, no les podía hablar; y entendieron que había visto visión en el templo, pues les hablaba por señas, y permanecía mudo.
  23   Y aconteció que cumpliéndose los días de su ministerio, se fue a su casa.
  24   Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se encubrió por cinco meses, diciendo:
  25   Así me ha hecho el Señor en los días en que miró para quitar mi afrenta entre los hombres.
  26   Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
  27   a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
  28   Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
  29   Y cuando ella le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería ésta.
  30   Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
  31   Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
  32   Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
  33   y reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin.
  34   Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
  35   Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo Santo que de ti nacerá, será llamado el Hijo de Dios.
  36   Y he aquí tu prima Elisabet, la que llamaban estéril, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella;
  37   Porque con Dios nada será imposible.
  38   Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.
  39   Y en aquellos días levantándose María, se fue aprisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
  40   y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
  41   Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
  42   y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
  43   ¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
  44   Porque he aquí, tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
  45   Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
  46   Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor;
  47   Y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador,
  48   porque ha mirado la bajeza de su sierva; y he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
  49   Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; y santo es su nombre.
  50   Y su misericordia es en los que le temen, de generación en generación.
  51   Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en las imaginaciones de sus corazones;
  52   Derribó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes.
  53   A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos.
  54   Socorrió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia;
  55   tal como habló a nuestros padres, a Abraham, y a su simiente para siempre.
  56   Y se quedó María con ella como tres meses, y se regresó a su casa.
  57   Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
  58   Y oyeron sus vecinos y sus parientes que Dios había mostrado para con ella grande misericordia, y se regocijaron con ella.
  59   Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban por el nombre de su padre, Zacarías.
  60   Y respondiendo su madre, dijo: No; sino Juan será llamado.
  61   Y le dijeron: No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
  62   Entonces hicieron señas a su padre, preguntándole cómo le quería llamar.
  63   Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
  64   Y al instante fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
  65   Y vino temor sobre todos sus vecinos; y todas estas cosas se divulgaron por todas las montañas de Judasa.
  66   Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor era con él.
  67   Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
  68   Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo,
  69   y nos alzó cuerno de salvación en la casa de David su siervo,
  70   tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio del mundo;
  71   Que habríamos de ser salvos de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen;
  72   para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto;
  73   Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
  74   que nos habría de conceder, que liberados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos,
  75   en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida.
  76   Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para preparar sus caminos;
  77   para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para remisión de sus pecados,
  78   por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la aurora nos visitó de lo alto,
  79   para dar luz a los que habitan en tinieblas y sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz.
  80   Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en el desierto hasta el día que se mostró a Israel.

 
Lucas 2
 
  1   Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
  2   Este empadronamiento primero fue hecho siendo Cirenio gobernador de Siria.
  3   E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
  4   Y José también subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judasa, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
  5   para ser empadronado con María su esposa, desposada con él, la cual estaba a punto de dar a luz.
  6   Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
  7   Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
  8   Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
  9   Y he aquí, el ángel del Señor vino sobre ellos, y la gloria del Señor los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor.
  10   Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
  11   Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
  12   Y esto os será por señal; hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
  13   Y repentinamente fue con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan a Dios, y decían:
  14   Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.
  15   Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado.
  16   Y vinieron aprisa, y hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre.
  17   Y al verlo, hicieron notorio lo que les había sido dicho acerca del niño.
  18   Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
  19   Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
  20   Y se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
  21   Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre JESÚS; como fue llamado por el ángel antes que Él fuese concebido en el vientre.
  22   Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
  23   ( Como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo al Señor ),
  24   y para ofrecer sacrificio, conforme a lo que está dicho en la ley del Señor; un par de tórtolas, o dos palominos.
  25   Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
  26   Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.
  27   Y vino por el Espíritu al templo. Y cuando los padres metieron al niño Jesús en el templo, para hacer por Él conforme a la costumbre de la ley,
  28   él entonces le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
  29   Señor, ahora despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;
  30   Porque han visto mis ojos tu salvación,
  31   La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
  32   luz para revelación a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel.
  33   Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de Él.
  34   Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, Éste es puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel; y por señal a la que será contradicho
  35   ( Y una espada traspasará también tu misma alma ), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
  36   Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; la cual era grande de edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad;
  37   y era viuda como de ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo a Dios de noche y de día con ayunos y oraciones.
  38   Y ésta, viniendo en la misma hora, también daba gracias al Señor, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
  39   Y cuando cumplieron todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
  40   Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él.
  41   E iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua.
  42   Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
  43   Y cuando cumplieron los días, regresando ellos, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo José y su madre.
  44   Y pensando que estaba en la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos;
  45   y como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
  46   Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles.
  47   Y todos los que le oían, se admiraban de su inteligencia, y de sus respuestas.
  48   Y cuando le vieron, se asombraron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
  49   Entonces Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
  50   Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
  51   Y descendió con ellos, y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
  52   Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

 
Lucas 3
 
  1   Y en el año quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judasa Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
  2   siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
  3   Y él vino por toda la tierra alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados,
  4   como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
  5   Todo valle será llenado, y se bajará todo monte y collado; y lo torcido será enderezado, y los caminos ásperos serán allanados;
  6   y toda carne verá la salvación de Dios.
  7   Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?
  8   Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
  9   Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
  10   Y la gente le preguntaba, diciendo: ¿Qué, pues, haremos?
  11   Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
  12   Y vinieron también publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
  13   Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
  14   Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dice: No hagáis extorsión a nadie ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
  15   Y el pueblo estaba en expectativa, y se preguntaban todos en sus corazones en cuanto a Juan, si él sería el Cristo.
  16   Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado: Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.
  17   Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y juntará el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
  18   Y así, muchas otras cosas predicaba al pueblo en su exhortación.
  19   Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
  20   sobre todas ellas, añadió además ésta; que encerró a Juan en la cárcel.
  21   Y aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
  22   y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia.
  23   Y el mismo Jesús comenzaba a ser como de treinta años, siendo ( como se creía ) hijo de José, hijo de Elí,
  24   hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
  25   hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai,
  26   hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Simeí, hijo de José, hijo de Judá,
  27   hijo de Joana, hijo de Rhesa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
  28   hijo de Melqui, hijo de Abdi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
  29   hijo de José, hijo de Eliezer, hijo de Joreim, hijo de Matat, hijo de Leví,
  30   hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
  31   hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David,
  32   hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Boaz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
  33   hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
  34   hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
  35   hijo de Serug, hijo de Reu, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
  36   hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
  37   hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
  38   hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

 
Lucas 4
 
  1   Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
  2   por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días; pasados los cuales, luego tuvo hambre.
  3   Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
  4   Y Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
  5   Y le llevó el diablo a un monte alto, y le mostró en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra.
  6   Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me es entregada, y a quien quiero la doy.
  7   Si tú, pues, me adorares, todos serán tuyos.
  8   Y respondiendo Jesús, le dijo: Quítate de delante de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás.
  9   Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre las almenas del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
  10   porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
  11   y: En sus manos te sostendrán, para que no tropieces tu pie en piedra.
  12   Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
  13   Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo.
  14   Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y salió su fama por toda la tierra de alrededor.
  15   Y Él enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado de todos.
  16   Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y entró el día sábado en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
  17   Y le fue dado el libro del profeta Isaías. Y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
  18   El Espíritu del Señor está sobre mí: Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón: Para predicar libertad a los cautivos: Y a los ciegos vista: Para poner en libertad a los quebrantados:
  19   Para predicar el año agradable del Señor.
  20   Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó: Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él.
  21   Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
  22   Y todos daban testimonio de Él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es Éste el hijo de José?
  23   Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
  24   Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra.
  25   Pero en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, en que hubo una gran hambre en toda la tierra;
  26   pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
  27   Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
  28   Y cuando oyeron estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira;
  29   y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual la ciudad de ellos estaba edificada, para despeñarle.
  30   Pero Él, pasando por en medio de ellos, se fue.
  31   Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los sábados.
  32   Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
  33   Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de un demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
  34   diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
  35   Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.
  36   Y todos estaban asombrados, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
  37   Y su fama se divulgaba por todos los lugares contiguos.
  38   Y levantándose, salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba con una gran fiebre; y le rogaron por ella.
  39   Y acercándose a ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó; y al instante ella se levantó y les servía.
  40   Y a la puesta del sol, todos aquellos que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a Él; y Él ponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba.
  41   Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios. Pero Él les reprendía y no les dejaba hablar; porque sabían que Él era el Cristo.
  42   Y cuando se hizo de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando hasta Él; le detenían para que no se fuera de ellos.
  43   Pero Él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades yo predique el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
  44   Y predicaba en las sinagogas de Galilea.

 
Lucas 5
 
  1   Y aconteció, que estando Él junto al lago de Genezaret, la multitud se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios.
  2   Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
  3   Y entrado en una de las barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
  4   Y cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
  5   Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
  6   Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
  7   E hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
  8   Al ver esto Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
  9   Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, a causa de la presa de los peces que habían tomado;
  10   y asimismo a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora pescarás hombres.
  11   Y cuando trajeron las barcas a tierra, dejándolo todo, le siguieron.
  12   Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo a Jesús, se postró sobre su rostro, y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
  13   Y extendiendo su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
  14   Y Él le mandó que no lo dijese a nadie; Pero ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos.
  15   Pero su fama mucho más se extendía, y grandes multitudes se reunían para oírle, y ser sanados por Él de sus enfermedades.
  16   Mas Él se apartaba al desierto, y oraba.
  17   Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados; los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judasa y Jerusalén: Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos.
  18   Y he aquí unos hombres que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico; y procuraban meterle, y ponerle delante de Él.
  19   Y no hallando por dónde meterlo a causa de la multitud, subieron a la azotea y por el tejado lo bajaron con el lecho y lo pusieron en medio, delante de Jesús.
  20   Y al ver Él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
  21   Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a murmurar, diciendo: ¿Quién es Éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
  22   Y Jesús, percibiendo los pensamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones?
  23   ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
  24   Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados ( dijo al paralítico ): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
  25   Y al instante, se levantó en presencia de ellos, y tomando el lecho en que había estado acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
  26   Y todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
  27   Y después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
  28   Y dejándolo todo, se levantó, y le siguió.
  29   Y Leví le hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos.
  30   Y los escribas y los fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
  31   Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
  32   No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
  33   Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?
  34   Y Él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
  35   Pero los días vendrán cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
  36   Y les dijo también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el nuevo lo rompe, y el remiendo sacado del nuevo no armoniza con el viejo.
  37   Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán.
  38   Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y ambos se conservan.
  39   Y ninguno que bebiere el añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.

 
Lucas 6
 
  1   Y aconteció en el segundo sábado después del primero, que pasando Él por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y comían, restregándolas con las manos.
  2   Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados?
  3   Respondiendo Jesús les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
  4   cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
  5   Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del sábado.
  6   Y aconteció también en otro sábado, que Él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
  7   Y le acechaban los escribas y los fariseos, si sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle.
  8   Pero Él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
  9   Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en sábados hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla?
  10   Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada, sana como la otra.
  11   Y ellos se llenaron de ira; y hablaban entre sí de qué podrían hacer a Jesús.
  12   Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
  13   Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos, y escogió doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles.
  14   A Simón, a quien también llamó Pedro, y a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
  15   Mateo y Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón el que se llama Zelotes;
  16   Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que también fue el traidor.
  17   Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judasa y de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
  18   y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos; y fueron sanados.
  19   Y toda la multitud procuraba tocarle; porque poder salía de Él, y sanaba a todos.
  20   Y alzando Él sus ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres; porque vuestro es el reino de Dios.
  21   Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
  22   Bienaventurados seréis, cuando los hombres os aborrecieren, y cuando os apartaren de sí, y os vituperaren, y desecharen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
  23   Regocijaos en aquel día, y saltad de gozo; porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; porque así hacían sus padres a los profetas.
  24   Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque tenéis vuestro consuelo.
  25   ¡Ay de vosotros, los que estáis llenos! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
  26   ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablaren bien de vosotros! Porque así hacían sus padres a los falsos profetas.
  27   Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
  28   Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
  29   Y al que te hiriere en una mejilla, dale también la otra; y al que te quitare la capa, no le impidas llevar aun la túnica.
  30   Y a cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
  31   Y como queréis que os hagan los hombres, así también hacedles vosotros:
  32   Porque si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
  33   Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
  34   Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
  35   Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando nada a cambio; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos.
  36   Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
  37   No juzguéis, y no seréis juzgados: No condenéis, y no seréis condenados: Perdonad, y seréis perdonados.
  38   Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir.
  39   Y les dijo una parábola: ¿Puede el ciego guiar al ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
  40   El discípulo no es mayor que su maestro; mas todo el que es perfecto, será como su maestro.
  41   ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo?
  42   ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, cuando tú mismo no miras la viga que está en tu propio ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
  43   Porque el árbol bueno no da mal fruto; ni el árbol malo da buen fruto.
  44   Pues cada árbol por su fruto es conocido. Porque no cosechan higos de los espinos, ni vendimian uvas de las zarzas.
  45   El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.
  46   ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
  47   Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras, y las hace, os enseñaré a quién es semejante:
  48   Semejante es al hombre que edificó una casa, y cavó profundo, y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino un torrente, el río dio con ímpetu contra aquella casa, mas no la pudo mover; porque estaba fundada sobre la roca.
  49   Mas el que oye y no hace, es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y cayó luego; y fue grande la ruina de aquella casa.

 
Lucas 7
 
  1   Y cuando acabó todas sus palabras a oídos del pueblo, entró en Capernaúm.
  2   Y el siervo de un centurión, a quien éste tenía en estima, estaba enfermo y a punto de morir.
  3   Y cuando oyó de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
  4   Y viniendo ellos a Jesús, en seguida le rogaron, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
  5   porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
  6   Entonces Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
  7   por lo que ni siquiera me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano.
  8   Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mi cargo; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
  9   Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
  10   Y volviendo a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
  11   Y aconteció el siguiente día, que Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
  12   Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual también era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
  13   Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
  14   Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban, se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti digo: Levántate.
  15   Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
  16   Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
  17   Y esta fama de Él salió por toda Judasa, y por toda la región de alrededor.
  18   Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas.
  19   Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
  20   Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
  21   Y en la misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de malos espíritus; y a muchos ciegos dio la vista.
  22   Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, decid a Juan lo que habéis visto y oído; cómo los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es predicado el evangelio;
  23   y bienaventurado es aquel que no fuere escandalizado en mí.
  24   Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?
  25   Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que visten preciosas ropas y viven en delicias, en los palacios de los reyes están.
  26   Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que profeta.
  27   Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti.
  28   Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
  29   Y todo el pueblo y los publicanos, al oírle, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
  30   Pero los fariseos y los doctores de la ley, rechazaron el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él.
  31   Y dijo el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
  32   Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros, y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
  33   Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan, ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
  34   Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
  35   Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
  36   Y uno de los fariseos le rogó que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
  37   Y he aquí, una mujer de la ciudad que era pecadora, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con ungüento,
  38   y estando detrás de Él a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
  39   Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
  40   Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.
  41   Un acreedor tenía dos deudores; el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
  42   y no teniendo éstos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
  43   Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien le perdonó más. Y Él le dijo: Rectamente has juzgado.
  44   Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; mas ésta ha lavado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con los cabellos de su cabeza.
  45   No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
  46   No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta, ha ungido con ungüento mis pies.
  47   Por lo cual te digo que sus muchos pecados le han sido perdonados; porque amó mucho; mas a quien se le perdona poco, poco ama.
  48   Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
  49   Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es Éste, que también perdona pecados?
  50   Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

 
Lucas 8
 
  1   Y aconteció después, que caminaba Él por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con Él,
  2   y algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la cual habían salido siete demonios,
  3   y Juana, esposa de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
  4   Y cuando se juntó una gran multitud, y vinieron a Él de cada ciudad, les dijo por parábola:
  5   El sembrador salió a sembrar su semilla; y al sembrarla, una parte cayó junto al camino, y fue hollada; y las aves del cielo la comieron.
  6   Y otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
  7   Y otra parte cayó entre espinos; y creciendo los espinos juntamente con ella, la ahogaron.
  8   Y otra parte cayó en buena tierra, y nació, y llevó fruto a ciento por uno. Y hablando estas cosas, dijo a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
  9   Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
  10   Y Él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
  11   Ésta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
  12   Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, para que no crean y sean salvos.
  13   Y los de sobre la piedra, son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; que por un tiempo creen, pero en el tiempo de la prueba se apartan.
  14   Y la que cayó entre espinos; éstos son los que oyen; mas yéndose, son ahogados de los afanes y las riquezas y los placeres de esta vida, y no llevan fruto.
  15   Mas la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto con paciencia.
  16   Ninguno que enciende un candil lo cubre con una vasija, o lo pone debajo de la cama; mas lo pone en un candelero, para que los que entran vean la luz.
  17   Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
  18   Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, le será dado; y a todo el que no tiene, aun lo que parece tener le será quitado.
  19   Entonces vinieron a Él su madre y sus hermanos; y no podían llegar a Él a causa de la multitud.
  20   Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, y quieren verte.
  21   Entonces respondiendo Él, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la ponen por obra.
  22   Y aconteció un día que Él entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
  23   Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y peligraban.
  24   Y viniendo a Él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado Él, reprendió al viento y al levantamiento de las aguas; y cesaron, y fue hecha bonanza.
  25   Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Qué clase de hombre es Éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
  26   Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está al lado opuesto de Galilea.
  27   Y llegando Él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios por ya mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
  28   Éste, cuando vio a Jesús, dio voces, y postrándose delante de Él, dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
  29   ( Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre; pues hacía mucho tiempo que le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; pero rompiendo las cadenas, era arrastrado por el demonio a los desiertos. )
  30   Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
  31   Y le rogaban que no les mandase ir al abismo.
  32   Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y los dejó.
  33   Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los puercos; y el hato se arrojó por un despeñadero en el lago, y se ahogó.
  34   Y cuando los que los apacentaban, vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
  35   Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús; vestido, y en su juicio cabal, y tuvieron miedo.
  36   Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido sanado aquel endemoniado.
  37   Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogó que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y Él, subiendo en la barca, se volvió.
  38   Y aquel hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiese estar con Él; mas Jesús le despidió, diciendo:
  39   Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
  40   Y aconteció que cuando Jesús volvió, la multitud le recibió con gozo; porque todos le esperaban.
  41   Y he aquí un varón llamado Jairo, que era príncipe de la sinagoga, vino, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
  42   porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, la multitud le apretaba.
  43   Y una mujer que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
  44   vino por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se estancó el flujo de su sangre.
  45   Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién me ha tocado?
  46   Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque sé que ha salido poder de mí.
  47   Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
  48   Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu fe te ha salvado; ve en paz.
  49   Hablando aún Él, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
  50   Y oyéndolo Jesús, le respondió, diciendo: No temas; cree solamente, y será sanada.
  51   Y entrado en casa, no dejó entrar a nadie, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la muchacha.
  52   Y lloraban todos, y hacían duelo por ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme.
  53   Y se burlaban de Él, sabiendo que estaba muerta.
  54   Mas Él echó fuera a todos, y tomándola de la mano, le habló, diciendo: Muchacha, levántate.
  55   Entonces su espíritu volvió, y se levantó en seguida; y Él mandó que le diesen de comer.
  56   Y sus padres estaban atónitos; pero Él les mandó que a nadie dijesen lo que había sido hecho.

 
Lucas 9
 
  1   Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
  2   Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
  3   Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas cada uno.
  4   Y en cualquier casa en que entrareis, quedad allí, y de allí salid.
  5   Y si algunos no os recibieren, saliendo de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio contra ellos.
  6   Y saliendo, recorrían todas las aldeas, predicando el evangelio, y sanando por todas partes.
  7   Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que Él hacía; y estaba perplejo, porque algunos decían: Juan ha resucitado de los muertos;
  8   y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
  9   Y dijo Herodes: A Juan yo decapité; ¿quién, pues, será Éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.
  10   Y cuando los apóstoles regresaron, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.
  11   Y cuando la gente lo supo, le siguieron; y Él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
  12   Y cuando comenzó a declinar el día; llegan los doce, y le dicen: Despide la multitud, para que vayan a las aldeas, y campos de alrededor, y se alojen y hallen alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
  13   Y Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud.
  14   Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
  15   Y así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
  16   Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos para que pusiesen delante de la multitud.
  17   Y comieron todos, y se saciaron; y alzaron lo que les sobró, doce canastos de pedazos.
  18   Y aconteció que estando Él aparte orando, estaban con Él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
  19   Y ellos respondiendo, dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
  20   Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
  21   Mas Él, amonestándoles, les mandó que a nadie dijesen esto,
  22   diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea rechazado por los ancianos, y por los príncipes de los sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
  23   Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.
  24   Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
  25   Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y se pierde a sí mismo, o se destruye?
  26   Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando viniere en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
  27   Y os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios.
  28   Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
  29   Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestidura blanca y resplandeciente.
  30   Y he aquí dos varones que hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías;
  31   que aparecieron con gloria, y hablaban de su partida, la cual Él había de cumplir en Jerusalén.
  32   Y Pedro y los que estaban con Él, estaban cargados de sueño; y despertando, vieron su gloria, y a los dos varones que estaban con Él.
  33   Y aconteció que apartándose ellos de Él, Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí, y hagamos tres tabernáculos, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que decía.
  34   Y diciendo él esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
  35   Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.
  36   Y pasada aquella voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
  37   Y aconteció que al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
  38   Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo; porque es mi único hijo;
  39   y he aquí un espíritu le toma, y de repente da gritos; y le sacude y le hace echar espuma, e hiriéndole difícilmente se aparta de él.
  40   Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
  41   Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá tu hijo.
  42   Y cuando aun se iba acercando, el demonio le derribó y le sacudió violentamente; mas Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y lo devolvió a su padre.
  43   Y todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Y admirándose todos de todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos:
  44   Dejad que estas palabras penetren en vuestros oídos, porque el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
  45   Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle de esta palabra.
  46   Entonces entraron en disputa, de cuál de ellos sería el mayor.
  47   Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó a un niño, y lo puso junto a sí,
  48   y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mí nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése será el más grande.
  49   Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
  50   Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
  51   Y aconteció, que cumpliéndose el tiempo en que había de ser recibido arriba, Él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
  52   Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de samaritanos, para preparar para Él.
  53   Pero no le recibieron, porque su apariencia era como de ir a Jerusalén.
  54   Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, así como hizo Elías?
  55   Entonces volviéndose Él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
  56   porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
  57   Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré a dondequiera que vayas.
  58   Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo tienen nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.
  59   Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
  60   Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y predica el reino de Dios.
  61   Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
  62   Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

 
Lucas 10
 
  1   Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, y los envió de dos en dos delante de su faz, a toda ciudad y lugar a donde Él había de venir.
  2   Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
  3   Id, he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
  4   No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
  5   En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
  6   Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
  7   Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No os paséis de casa en casa.
  8   Y en cualquier ciudad donde entrareis y os recibieren, comed lo que os pongan delante;
  9   Y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: El reino de Dios se ha acercado a vosotros.
  10   Pero en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
  11   Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros: Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
  12   Y os digo que será más tolerable el castigo para Sodoma en aquel día, que para aquella ciudad.
  13   ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que se han hecho en vosotras, hace mucho tiempo que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
  14   Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.
  15   Y tú, Capernaúm, que hasta el cielo eres levantada, hasta el infierno serás arrojada.
  16   El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que a mí me desecha, desecha al que me envió.
  17   Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
  18   Y Él les dijo: Yo vi a Satanás caer del cielo como un rayo.
  19   He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada en ningún modo os dañará.
  20   Mas no os regocijéis en esto de que los espíritus se os sujetan; antes regocijaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo.
  21   En aquella misma hora Jesús se regocijó en su espíritu, y dijo: Te doy gracias, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí Padre, porque así te agradó.
  22   Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar.
  23   Y volviéndose a sus discípulos, les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis:
  24   Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
  25   Y he aquí un doctor de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
  26   Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
  27   Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
  28   Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
  29   Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
  30   Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
  31   Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado.
  32   Y asimismo un levita, cuando llegó cerca de aquel lugar y lo vio, pasó por el otro lado.
  33   Pero un samaritano, que iba de camino, vino adonde él estaba, y cuando lo vio, tuvo compasión de él;
  34   y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
  35   Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré.
  36   ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
  37   Y él dijo: El que mostró con él misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
  38   Y aconteció que yendo ellos, entró Él en una aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
  39   Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
  40   Pero Marta se distraía en muchos servicios; y vino a Él, diciendo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.
  41   Y respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, estás afanada y turbada con muchas cosas:
  42   Pero una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

 
Lucas 11
 
  1   Y aconteció que estaba Él orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
  2   Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en el cielo; santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
  3   El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
  4   Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
  5   Y también les dijo: ¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: Amigo, préstame tres panes,
  6   porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no tengo qué ponerle delante;
  7   y él, desde adentro respondiendo, dijere: No me molestes; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme y dártelos?
  8   Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, no obstante, por su importunidad, se levantará y le dará todo lo que necesite.
  9   Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
  10   Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
  11   ¿Y quién de vosotros, siendo padre, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
  12   ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
  13   Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
  14   Y estaba Él lanzando un demonio, el cual era mudo; y aconteció que salido fuera el demonio, el mudo habló y la gente se maravillaba.
  15   Mas algunos de ellos decían: Por Belcebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
  16   Y otros, tentándole, le pedían señal del cielo.
  17   Mas Él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
  18   Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? pues decís que por Belcebú echo yo fuera los demonios.
  19   Pues si yo echo fuera los demonios por Belcebú, ¿vuestros hijos por quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
  20   Pero si yo por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
  21   Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
  22   Pero cuando viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte sus despojos.
  23   El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
  24   Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Regresaré a mi casa de donde salí.
  25   Y viniendo, la halla barrida y arreglada.
  26   Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
  27   Y aconteció que diciendo estas cosas, una mujer de entre la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.
  28   Y Él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
  29   Y juntándose la multitud, comenzó a decir: Esta generación es mala: Demandan señal, y señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta.
  30   Porque como Jonás fue señal a los ninivitas, así también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
  31   La reina del Sur se levantará en juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí uno mayor que Salomón en este lugar.
  32   Los hombres de Nínive se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron; y he aquí uno mayor que Jonás en este lugar.
  33   Nadie pone en oculto el candil encendido, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.
  34   La luz del cuerpo es el ojo; así que cuando tu ojo es sencillo, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo está en tinieblas.
  35   Mira pues, que la luz que en ti hay, no sea tinieblas.
  36   Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara con su resplandor te alumbra.
  37   Y luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús, se sentó a la mesa.
  38   Y el fariseo, cuando lo vio, se maravilló de que no se lavó antes de comer.
  39   Y el Señor le dijo: Ahora, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera de la copa y del plato; pero por dentro estáis llenos de rapiña y de maldad.
  40   Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de dentro?
  41   Pero dad limosna de lo que tenéis; y he aquí, todo os es limpio.
  42   Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza; mas el juicio y el amor de Dios pasáis por alto. Esto os era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro.
  43   ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
  44   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros encubiertos, y los hombres que andan encima no lo saben.
  45   Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dice: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
  46   Y Él dijo: ¡Ay de vosotros también, doctores de la ley! que abrumáis a los hombres con cargas pesadas de llevar; mas vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
  47   ¡Ay de vosotros! que edificáis los sepulcros de los profetas, y los mataron vuestros padres.
  48   De cierto dais testimonio que consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
  49   Por tanto, la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos a unos matarán y a otros perseguirán;
  50   para que la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la fundación del mundo, sea demandada de esta generación;
  51   desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo. De cierto os digo que será demandada de esta generación.
  52   ¡Ay de vosotros, doctores de la ley! que habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
  53   Y diciéndoles estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle en gran manera, para provocarle a que hablase de muchas cosas;
  54   acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.

 
Lucas 12
 
  1   En esto, juntándose una innumerable multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía.
  2   Porque nada hay encubierto, que no haya de ser revelado; ni oculto, que no haya de saberse.
  3   Por tanto, lo que dijisteis en tinieblas, a la luz será oído; y lo que hablasteis al oído en las alcobas, será pregonado en las azoteas.
  4   Y yo os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
  5   Mas os enseñaré a quién debéis temer: Temed a Aquél que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno: Sí, os digo: A Éste temed.
  6   ¿No se venden cinco pajarillos por dos blancas? Y ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
  7   Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; de más estima sois vosotros que muchos pajarillos.
  8   Y os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
  9   pero el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
  10   Y todo aquel que dijere palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
  11   Y cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y potestades, no os preocupéis de cómo o qué habéis de responder, o qué habéis de decir;
  12   porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis de decir.
  13   Y le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
  14   Mas Él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez o partidor sobre vosotros?
  15   Y les dijo: Mirad, y guardaos de la avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
  16   Y les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho;
  17   y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde almacenar mis frutos?
  18   Y dijo: Esto haré; derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí almacenaré todos mis frutos y mis bienes;
  19   y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
  20   Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
  21   Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
  22   Y dijo a sus discípulos: Por tanto os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
  23   La vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido.
  24   Considerad los cuervos, que no siembran, ni siegan; que no tienen almacén, ni granero, y Dios los alimenta. ¿Cuánto más sois vosotros de más estima que las aves?
  25   ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?
  26   Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
  27   Considerad los lirios, cómo crecen; no labran, ni hilan; y os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
  28   Y si así viste Dios la hierba, que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno; ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
  29   Vosotros, pues, no os afanéis de qué habéis de comer, o qué habéis de beber; ni estéis ansiosos.
  30   Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
  31   Mas buscad primeramente el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
  32   No temáis, manada pequeña; porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
  33   Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en el cielo que no se agote; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe.
  34   Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
  35   Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;
  36   y vosotros sed semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando venga y toque, en seguida le abran.
  37   Bienaventurados aquellos siervos a quienes el señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá y les servirá.
  38   Y si viene a la segunda vigilia, o aunque venga a la tercera vigilia, y los halla así, bienaventurados son aquellos siervos.
  39   Y esto sabed, que si supiese el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
  40   Vosotros, pues, también, estad apercibidos; porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
  41   Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
  42   Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, a quien su señor pondrá sobre su familia, para que a tiempo les dé su ración?
  43   Bienaventurado aquel siervo a quien, cuando su señor venga, lo halle haciendo así.
  44   En verdad os digo que él le pondrá sobre todos sus bienes.
  45   Pero si aquel siervo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a los siervos y a las criadas, y a comer y beber y a embriagarse;
  46   vendrá el señor de aquel siervo el día que no lo espera, y a la hora que no sabe, y le apartará, y pondrá su parte con los incrédulos.
  47   Y aquel siervo que sabía la voluntad de su señor y no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
  48   Pero el que sin saberla, hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque al que mucho le es dado, mucho le será demandado; y al que encomendaron mucho, más le será pedido.
  49   Fuego vine a meter en la tierra; ¿y qué quiero, si ya está encendido?
  50   Pero de un bautismo me es necesario ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
  51   ¿Pensáis que he venido a la tierra para dar paz? Os digo: No, sino disensión.
  52   Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres.
  53   El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
  54   Y decía también a la gente: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y es así.
  55   Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
  56   ¡Hipócritas! Sabéis discernir la faz del cielo y de la tierra; ¿y cómo no discernís este tiempo?
  57   ¿Y por qué aun de vosotros mismos no juzgáis lo que es justo?
  58   Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
  59   Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado hasta la última blanca.

 
Lucas 13
 
  1   En este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios.
  2   Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
  3   Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
  4   O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos eran más pecadores que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
  5   Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
  6   Dijo también esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
  7   Y dijo al viñador: He aquí estos tres años he venido a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala, ¿para qué ocupa aún la tierra?
  8   Él entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que cave a su alrededor, y la estercole.
  9   Y si da fruto, bien; y si no, la cortarás después.
  10   Y enseñaba en una sinagoga en sábado.
  11   Y he aquí, había una mujer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
  12   Y cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
  13   Y puso sus manos sobre ella; y luego se enderezó, y glorificaba a Dios.
  14   Pero el príncipe de la sinagoga respondió indignado porque Jesús había sanado en sábado, y dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de sábado.
  15   Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
  16   Y esta hija de Abraham, a la que Satanás había atado dieciocho años, ¿no debía de ser desatada de esta ligadura en día de sábado?
  17   Y diciendo Él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios. Y todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que eran hechas por Él.
  18   Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y a qué lo compararé?
  19   Es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
  20   Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
  21   Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
  22   Y pasaba por todas las ciudades y aldeas, enseñando, y avanzando hacia Jerusalén.
  23   Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que serán salvos? Y Él les dijo:
  24   Porfiad a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
  25   Después que el Padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando afuera comencéis a tocar la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y Él respondiendo, os dirá: No os conozco de dónde seáis.
  26   Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
  27   Pero Él dirá: Os digo que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos vosotros, obradores de maldad.
  28   Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluidos.
  29   Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
  30   Y he aquí, hay postreros que serán primeros; y primeros que serán postreros.
  31   Aquel mismo día vinieron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
  32   Y Él les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día seré consumado.
  33   Sin embargo, es necesario que camine hoy, y mañana, y pasado mañana; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
  34   ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
  35   He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y de cierto os digo que no me veréis, hasta que venga el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

 
Lucas 14
 
  1   Y aconteció un día sábado, que yendo a comer pan en casa de un príncipe de los fariseos, ellos le acechaban.
  2   Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de Él.
  3   Y respondiendo Jesús, habló a los doctores de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?
  4   Y ellos callaron. Entonces Él tomándole, le sanó, y le despidió.
  5   Y les respondió, diciendo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cayere en un pozo, no lo sacará luego en día de sábado?
  6   Y no le podían replicar a estas cosas.
  7   Y observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, relató una parábola a los convidados, diciéndoles:
  8   Cuando seas convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
  9   y el que te convidó a ti y a él, venga y te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a tomar el último lugar.
  10   Mas cuando seas convidado, ve, y siéntate en el postrer lugar; para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se sientan a la mesa.
  11   Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
  12   Y dijo también al que le había convidado: Cuando haces comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que también ellos te vuelvan a convidar, y te sea hecha recompensa.
  13   Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, y a los ciegos;
  14   y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos.
  15   Y oyendo esto uno de los que estaban sentados con Él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
  16   Él entonces le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
  17   Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los que habían sido convidados: Venid, que ya todo está preparado.
  18   Y comenzaron todos a una a excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
  19   Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
  20   Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
  21   Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y mete acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
  22   Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
  23   Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
  24   Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
  25   Y grandes multitudes iban con Él; y volviéndose, les dijo:
  26   Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y esposa, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
  27   Y cualquiera que no trae su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
  28   Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y cuenta el costo, para ver si tiene lo que necesita para acabarla?
  29   No sea que después que haya echado el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él,
  30   diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
  31   ¿O qué rey, yendo a hacer guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si con diez mil puede salir al encuentro del que viene contra él con veinte mil?
  32   De otra manera, cuando el otro aún está lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
  33   Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
  34   Buena es la sal; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será sazonada?
  35   No es útil ni para la tierra, ni para el muladar; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.

 
Lucas 15
 
  1   Y se acercaban a Él todos los publicanos y pecadores para oírle.
  2   Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come.
  3   Y Él les relató esta parábola, diciendo:
  4   ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
  5   Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, gozoso;
  6   y viniendo a casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos, diciéndoles: Regocijaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.
  7   Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento.
  8   ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el candil, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
  9   Y cuando la halla, reúne a sus amigas y a sus vecinas, diciendo: Regocijaos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.
  10   Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
  11   Y dijo: Un hombre tenía dos hijos;
  12   y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me pertenece. Y él les repartió sus bienes.
  13   Y no muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, partió lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
  14   Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
  15   Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase puercos.
  16   Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los puercos; mas nadie le daba.
  17   Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
  18   Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
  19   ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
  20   Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y fue movido a misericordia; y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
  21   Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
  22   Pero el padre dijo a sus siervos: Traed la mejor vestidura, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies;
  23   y traed el becerro grueso y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
  24   porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
  25   Y su hijo mayor estaba en el campo; el cual cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
  26   y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
  27   Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha matado el becerro grueso, por haberle recibido sano y salvo.
  28   Entonces él se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
  29   Pero él, respondiendo, dijo a su padre: He aquí, tantos años te he servido, no habiendo desobedecido jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos.
  30   Pero cuando vino éste, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has matado para él el becerro grueso.
  31   Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
  32   Mas era necesario hacer fiesta y gozarnos, porque éste, tu hermano, muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

 
Lucas 16
 
  1   Y dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él de que había disipado sus bienes.
  2   Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser mayordomo.
  3   Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
  4   Ya sé lo que haré para que cuando sea quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.
  5   Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?
  6   Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, y siéntate pronto, y escribe cincuenta.
  7   Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
  8   Y alabó el señor al mayordomo injusto por haber hecho astutamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más astutos que los hijos de luz.
  9   Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de maldad, para que cuando fallareis, os reciban en las moradas eternas.
  10   El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
  11   Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
  12   Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
  13   Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
  14   Y oían también todas estas cosas los fariseos, los cuales eran avaros, y se burlaban de Él.
  15   Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen en alta estima, delante de Dios es abominación.
  16   La ley y los profetas fueron hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es predicado, y todos se esfuerzan por entrar en él.
  17   Pero es más fácil que pasen el cielo y la tierra, que fallar una tilde de la ley.
  18   Cualquiera que repudia a su esposa, y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada del marido, comete adulterio.
  19   Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
  20   Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas,
  21   y deseaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
  22   Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Y murió también el rico, y fue sepultado.
  23   Y en el infierno alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham de lejos, y a Lázaro en su seno.
  24   Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama.
  25   Y Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora éste es consolado, y tú atormentado.
  26   Y además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan, ni de allá pasar acá.
  27   Entonces él dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
  28   porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, para que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
  29   Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
  30   Él entonces dijo: No, padre Abraham; mas si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
  31   Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos.

 
Lucas 17
 
  1   Entonces dijo a los discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
  2   Mejor le fuera si se le atase al cuello una piedra de molino, y se le lanzase en el mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
  3   Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.
  4   Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
  5   Y los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe.
  6   Y el Señor dijo: Si tuviereis fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
  7   ¿Y quién de vosotros teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, le dice en seguida: Pasa, siéntate a la mesa?
  8   ¿No le dice más bien: Adereza qué cene, y cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
  9   ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no.
  10   Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, hicimos.
  11   Y aconteció que yendo Él a Jerusalén, pasó por medio de Samaria y de Galilea.
  12   Y entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos,
  13   y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros.
  14   Y cuando Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que yendo ellos, fueron limpiados.
  15   Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz;
  16   y se postró sobre su rostro a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
  17   Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? ¿Y los nueve dónde están?
  18   ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
  19   Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
  20   Y preguntándole los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, respondió y les dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia;
  21   ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está.
  22   Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá, cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
  23   Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis tras ellos, ni los sigáis.
  24   Porque como el relámpago, que resplandeciendo, alumbra de un extremo al otro bajo del cielo, así también será el Hijo del Hombre en su día.
  25   Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea rechazado por esta generación.
  26   Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
  27   Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y vino el diluvio, y destruyó a todos.
  28   Asimismo también como fue en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
  29   pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos.
  30   Así también será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
  31   En aquel día, el que esté en la azotea, y sus pertenencias en casa, no descienda a tomarlas; y el que esté en el campo, igualmente, no vuelva atrás.
  32   Acordaos de la esposa de Lot.
  33   Cualquiera que procure salvar su vida, la perderá; y cualquiera que la pierda, la salvará.
  34   Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.
  35   Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
  36   Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
  37   Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Y Él les dijo: Donde esté el cuerpo, allí también se juntarán las águilas.

 
Lucas 18
 
  1   Y les dijo también una parábola sobre que es necesario orar siempre, y no desmayar,
  2   diciendo: Había un juez en una ciudad, el cual ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
  3   Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
  4   Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
  5   sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo, al fin me fastidie.
  6   Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.
  7   ¿Y no cobrará Dios venganza por sus escogidos, que claman a Él día y noche, aunque sea longánimo para con ellos?
  8   Os digo que pronto cobrará venganza por ellos. Pero cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?
  9   Y también dijo esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros:
  10   Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro publicano.
  11   El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
  12   ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo.
  13   Mas el publicano, estando lejos, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
  14   Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
  15   Y también le traían los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendían.
  16   Pero Jesús, llamándolos, dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
  17   De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
  18   Y le preguntó un príncipe, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
  19   Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo uno, Dios.
  20   Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio: No matarás: No hurtarás: No dirás falso testimonio: Honra a tu padre y a tu madre.
  21   Y él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
  22   Y cuando Jesús oyó esto, le dijo: Aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
  23   Entonces él, al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
  24   Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
  25   Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
  26   Y los que oyeron esto, dijeron: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
  27   Y Él les dijo: Lo que es imposible con los hombres, es posible con Dios.
  28   Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
  29   Y Él les dijo: De cierto os digo, que nadie hay que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o esposa, o hijos, por el reino de Dios,
  30   que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el mundo venidero la vida eterna.
  31   Y tomando a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
  32   Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, e injuriado, y escupido.
  33   Y después que le hubieren azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
  34   Pero ellos no entendían nada de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se decía.
  35   Y aconteció que acercándose Él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
  36   y oyendo a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
  37   Y le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.
  38   Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
  39   Y los que iban delante, le reprendían para que se callara; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
  40   Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a sí; y cuando él llegó, le preguntó,
  41   diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
  42   Y Jesús le dijo: Recibe la vista, tu fe te ha salvado.
  43   Y al instante recibió la vista, y le seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo cuando lo vio, dio alabanza a Dios.

 
Lucas 19
 
  1   Y entrando Jesús pasó por Jericó.
  2   Y he aquí un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y era rico;
  3   y procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
  4   Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
  5   Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
  6   Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
  7   Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
  8   Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
  9   Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
  10   Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
  11   Y oyendo ellos estas cosas, Él prosiguió y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque ellos pensaban que pronto se manifestaría el reino de Dios.
  12   Dijo, pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver.
  13   Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
  14   Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
  15   Y aconteció que cuando él regresó, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
  16   Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
  17   Y él le dijo: Bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
  18   Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha ganado cinco minas.
  19   E igualmente dijo a éste: Tú también sé sobre cinco ciudades.
  20   Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
  21   pues tuve miedo de ti, porque eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
  22   Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
  23   ¿por qué, pues, no diste mi dinero al banco, para que al venir yo, lo hubiera recibido con los intereses?
  24   Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene diez minas.
  25   Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
  26   Pues yo os digo que a todo el que tiene le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
  27   Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y matadlos delante de mí.
  28   Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
  29   Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
  30   diciendo: Id a la aldea de enfrente; y entrando en ella, hallaréis un pollino atado sobre el cual ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo.
  31   Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
  32   Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como Él les había dicho.
  33   Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
  34   Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
  35   Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús encima.
  36   Y yendo Él, tendían sus mantos por el camino.
  37   Y cuando Él llegó ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto,
  38   diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
  39   Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
  40   Y Él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
  41   Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
  42   diciendo: ¡Oh si hubieses conocido, aun tú, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.
  43   Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con vallado, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho,
  44   y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
  45   Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
  46   diciéndoles: Escrito está: Mi casa, es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
  47   Y enseñaba cada día en el templo; pero los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle.
  48   Y no hallaban qué hacer, porque todo el pueblo estaba muy atento oyéndole.

 
Lucas 20
 
  1   Y aconteció un día, que enseñando Él al pueblo en el templo, y predicando el evangelio, vinieron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
  2   y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta autoridad?
  3   Respondiendo entonces Jesús, les dijo: Os preguntaré yo también una cosa; respondedme:
  4   El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
  5   Y ellos razonaban entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
  6   Y si decimos: De los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están convencidos de que Juan era profeta.
  7   Y respondieron que no sabían de dónde era.
  8   Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas.
  9   Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores, y partió lejos por mucho tiempo.
  10   Y al tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores, le golpearon, y le enviaron vacío.
  11   Y volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también golpearon, y ultrajándole, le enviaron vacío.
  12   Y volvió a enviar un tercer siervo; y ellos también a éste hirieron, y le echaron fuera.
  13   Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá le respetarán cuando le vean.
  14   Pero cuando los labradores lo vieron, razonaron entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.
  15   Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
  16   Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Y cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
  17   Y Él mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ésta vino a ser cabeza del ángulo?
  18   Cualquiera que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; pero sobre el que ella cayere, le desmenuzará.
  19   Y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
  20   Y acechándole enviaron espías que se fingiesen justos, para sorprenderle en palabras, y así poder entregarle a la potestad y autoridad del gobernador.
  21   Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de personas; sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
  22   ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
  23   Pero Él, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
  24   Mostradme una moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
  25   Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios.
  26   Y no pudieron prenderle en sus palabras delante del pueblo; y maravillados de su respuesta, se callaron.
  27   Entonces vinieron unos de los saduceos, los cuales niegan que hay resurrección, y le preguntaron,
  28   diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo esposa, y él muriere sin hijos, que su hermano tome a su esposa, y levante simiente a su hermano.
  29   Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.
  30   Y el segundo la tomó como esposa, el cual también murió sin hijos.
  31   Y la tomó el tercero; asimismo también los siete; y murieron sin dejar descendencia.
  32   Y a la postre de todos murió también la mujer.
  33   En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será esposa? porque los siete la tuvieron por esposa.
  34   Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este mundo se casan, y se dan en casamiento;
  35   pero los que fueren tenidos por dignos de aquel mundo y la resurrección de los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.
  36   Porque no pueden morir ya más; pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
  37   Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob.
  38   Porque Él no es Dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven para Él.
  39   Y respondiéndole unos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
  40   Y ya no se atrevieron a preguntarle nada.
  41   Y Él les dijo: ¿Cómo dicen que Cristo es hijo de David?
  42   Pues David mismo dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra;
  43   Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
  44   Así que David le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?
  45   Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
  46   Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
  47   que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.

 
Lucas 21
 
  1   Y levantando la vista, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
  2   Y vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos blancas.
  3   Y dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos.
  4   Porque todos éstos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; pero ésta de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
  5   Y a unos que hablaban del templo, de que estaba adornado de hermosas piedras y dones, dijo:
  6   En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
  7   Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas hayan de suceder?
  8   Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y: El tiempo está cerca. No vayáis, pues, en pos de ellos.
  9   Y cuando oyereis de guerras y sediciones, no os aterréis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero aún no es el fin.
  10   Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
  11   Y habrá grandes terremotos en varios lugares, y hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
  12   Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y os traerán ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.
  13   Y esto os será para testimonio.
  14   Proponed, pues, en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder;
  15   porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual ninguno de vuestros adversarios podrá resistir ni contradecir.
  16   Y seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros.
  17   Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.
  18   Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
  19   En vuestra paciencia poseed vuestras almas.
  20   Y cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción está cerca.
  21   Entonces los que estén en Judasa, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
  22   Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
  23   Pero ¡ay de las que estén encintas, y de las que amamanten en aquellos días! porque habrá gran angustia sobre la tierra, e ira sobre este pueblo.
  24   Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles sean cumplidos.
  25   Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de naciones en confusión; bramando el mar y las olas;
  26   desfalleciendo los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que vendrán sobre la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
  27   Y entonces verán al Hijo del Hombre, viniendo en una nube con poder y gran gloria.
  28   Y cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.
  29   Y les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles:
  30   Cuando ya brotan, viéndolo, de vosotros mismos sabéis que el verano ya está cerca.
  31   Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
  32   De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
  33   El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
  34   Y mirad por vosotros mismos, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
  35   Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
  36   Velad, pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
  37   Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
  38   Y por la mañana todo el pueblo venía a Él para oírle en el templo.

 
Lucas 22
 
  1   Y se acercaba el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es llamada la Pascua.
  2   Y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
  3   Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
  4   y éste fue y habló con los príncipes de los sacerdotes, y con los magistrados, de cómo se lo entregaría.
  5   Y ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
  6   Y él prometió, y buscó oportunidad para entregárselo en ausencia del pueblo.
  7   Y vino el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la pascua.
  8   Y envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id y preparadnos la pascua para que comamos.
  9   Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
  10   Y Él les dijo: He aquí, cuando entrareis en la ciudad, os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
  11   y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
  12   Entonces él os mostrará un gran aposento alto, dispuesto; preparad allí.
  13   Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
  14   Y llegada la hora, se sentó a la mesa, y con Él los doce apóstoles.
  15   Y les dijo: ¡Con cuánto anhelo he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
  16   Porque os digo que no comeré más de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
  17   Y tomando la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
  18   porque os digo que no beberé del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
  19   Y tomando el pan, dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
  20   De igual manera, después que hubo cenado, tomó también la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre, que por vosotros es derramada.
  21   Mas he aquí, conmigo en la mesa, la mano del que me entrega.
  22   Y a la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; mas ¡ay de aquel hombre por quien Él es entregado!
  23   Ellos entonces comenzaron a preguntar entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
  24   Y hubo también entre ellos una disputa, de quién de ellos sería el mayor.
  25   Y Él les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que sobre ellos tienen autoridad son llamados bienhechores;
  26   mas no así vosotros; antes el que es mayor entre vosotros, sea como el menor; y el que es príncipe, sea como el siervo.
  27   Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pero yo soy entre vosotros como el que sirve.
  28   Mas vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
  29   Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,
  30   para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
  31   Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
  32   mas yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
  33   Y él le dijo: Señor, presto estoy a ir contigo a la cárcel, y aun a la muerte.
  34   Y Él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú hayas negado tres veces que me conoces.
  35   Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.
  36   Entonces les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
  37   Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y con los malos fue contado; porque lo que concierne a mí, cumplimiento tiene.
  38   Entonces ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y Él les dijo: Basta.
  39   Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
  40   Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
  41   Y Él se apartó de ellos como a un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
  42   diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
  43   Y le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
  44   Y estando en agonía, oraba más intensamente; y fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
  45   Y cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo de tristeza;
  46   y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad que no entréis en tentación.
  47   Y mientras Él aún hablaba, he aquí una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos; y se acercó a Jesús para besarle.
  48   Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
  49   Y viendo los que estaban con Él lo que estaba por acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
  50   Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
  51   Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad hasta aquí. Y tocando su oreja, le sanó.
  52   Entonces Jesús dijo a los príncipes de los sacerdotes, y a los magistrados del templo, y a los ancianos que habían venido contra Él: ¿Como contra un ladrón habéis salido, con espadas y palos?
  53   Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
  54   Y prendiéndole le trajeron, y le metieron en casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
  55   Y habiendo encendido fuego en medio de la sala, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos.
  56   Pero una criada le vio que estaba sentado al fuego, y observándole, dijo: Éste también con Él estaba.
  57   Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
  58   Y un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no soy.
  59   Y como una hora después, otro afirmó, diciendo: Verdaderamente éste también estaba con Él, porque es galileo.
  60   Y Pedro dijo: Hombre, no sé qué dices. Y al instante, mientras él aún hablaba, el gallo cantó.
  61   Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
  62   Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
  63   Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de Él y le golpeaban;
  64   y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
  65   Y muchas otras blasfemias decían contra Él.
  66   Y cuando fue de día, se reunieron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio de ellos, diciendo:
  67   ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y Él les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
  68   y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
  69   Desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
  70   Entonces todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y Él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
  71   Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

 
Lucas 23
 
  1   Levantándose entonces toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato.
  2   Y comenzaron a acusarle, diciendo: Hemos hallado que Éste pervierte la nación; y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que Él mismo es Cristo; un Rey.
  3   Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo Él, dijo: Tú lo dices.
  4   Y Pilato dijo a los príncipes de los sacerdotes, y a la gente: Ninguna falta hallo en este hombre.
  5   Mas ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judasa, comenzando desde Galilea hasta aquí.
  6   Entonces Pilato, al oír, de Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
  7   Y luego que supo que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que también estaba en Jerusalén en aquellos días.
  8   Y Herodes, viendo a Jesús, se gozó mucho, pues hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de Él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer algún milagro.
  9   Y le preguntaba con muchas palabras; mas Él nada le respondió.
  10   Y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
  11   Mas Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y le volvió a enviar a Pilato.
  12   Y aquel mismo día Pilato y Herodes entre ellos se hicieron amigos; porque antes estaban enemistados entre sí.
  13   Entonces Pilato, convocando a los príncipes de los sacerdotes, y a los magistrados, y al pueblo,
  14   les dijo: Me habéis presentado a Éste como un hombre que pervierte al pueblo; y he aquí, yo, habiéndole interrogado delante de vosotros, no he hallado en este hombre falta alguna de aquellas cosas de que le acusáis.
  15   Y ni aun Herodes; porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho.
  16   Le castigaré, pues, y le soltaré.
  17   Y tenía necesidad de soltarles uno en la fiesta.
  18   Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: Fuera con Éste, y suéltanos a Barrabás.
  19   ( El cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y por un homicidio. )
  20   Y les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús.
  21   Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
  22   Y él les dijo la tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho Éste? No he hallado culpa de muerte en Él; le castigaré, pues, y le soltaré.
  23   Pero ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los príncipes de los sacerdotes prevalecieron.
  24   Entonces Pilato juzgó que se hiciese lo que ellos pedían;
  25   y les soltó a aquél que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, al cual habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
  26   Y llevándole, tomaron a un Simón cireneo, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase en pos de Jesús.
  27   Y le seguía una gran multitud del pueblo, y de mujeres que le lloraban y lamentaban.
  28   Mas Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
  29   Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron.
  30   Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
  31   Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?
  32   Y llevaban también con Él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
  33   Y cuando llegaron al lugar que es llamado El Calvario, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
  34   Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestiduras, echaron suertes.
  35   Y el pueblo estaba mirando; y también los príncipes con ellos se burlaban de Él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si Él es el Cristo, el escogido de Dios.
  36   Y los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
  37   y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
  38   Y había también sobre Él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
  39   Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
  40   Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿No temes tú a Dios, aun estando en la misma condenación?
  41   Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas Éste ningún mal hizo.
  42   Y dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
  43   Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
  44   Y era como la hora sexta, y hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
  45   Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por el medio.
  46   Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, entregó el espíritu.
  47   Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
  48   Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
  49   Y todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
  50   Y he aquí había un varón llamado José, el cual era consejero y un varón bueno y justo
  51   ( Éste, no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos ), de Arimatea, ciudad de los judíos, y quien también esperaba el reino de Dios.
  52   Éste fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
  53   Y bajándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún nadie había sido puesto.
  54   Y era el día de la preparación; y estaba para comenzar el sábado.
  55   Y las mujeres que habían venido con Él desde Galilea también lo acompañaron, y vieron el sepulcro y cómo fue puesto su cuerpo.
  56   Y regresando, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado, conforme al mandamiento.

 
Lucas 24
 
  1   Y el primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
  2   Y hallaron removida la piedra del sepulcro.
  3   Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
  4   Y aconteció que estando ellas perplejas de esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
  5   y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
  6   No está aquí, mas ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
  7   diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
  8   Entonces ellas se acordaron de sus palabras.
  9   Y regresando del sepulcro, dijeron todas estas cosas a los once, y a todos los demás.
  10   Eran María Magdalena, y Juana, y María la madre de Jacobo, y las demás que estaban con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.
  11   Pero a ellos les parecían como locura las palabras de ellas, y no las creían.
  12   Entonces levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y asomándose hacia adentro, miró los lienzos puestos solos; y se fue maravillándose en sí mismo de aquello que había acontecido.
  13   Y he aquí, el mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como a sesenta estadios de Jerusalén.
  14   Y conversaban entre sí de todas estas cosas que habían acontecido.
  15   Y sucedió que mientras conversaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y caminó con ellos.
  16   Mas los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen.
  17   Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis y estáis tristes?
  18   Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú sólo un forastero en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
  19   Entonces Él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
  20   y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados, le entregaron a condenación de muerte, y le crucificaron.
  21   Pero nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel, y además de todo esto, hoy es el tercer día que estas cosas acontecieron.
  22   Aunque también unas mujeres de entre nosotros nos han asombrado, las cuales antes del amanecer fueron al sepulcro;
  23   y no hallando su cuerpo, vinieron, diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que Él vive.
  24   Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; más a Él no le vieron.
  25   Entonces Él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
  26   ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
  27   Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, les declaró en todas las Escrituras lo concerniente a Él.
  28   Y llegando a la aldea a donde iban, Él hizo como que iba más lejos.
  29   Pero ellos le constriñeron, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
  30   Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, y partió, y les dio.
  31   Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; mas Él se desapareció de su vista.
  32   Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
  33   Y levantándose en la misma hora, se regresaron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,
  34   que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
  35   Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
  36   Y mientras ellos hablaban estas cosas, Jesús mismo se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
  37   Entonces ellos espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu.
  38   Mas Él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos en vuestros corazones?
  39   Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpadme y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
  40   Y habiendo dicho esto, les mostró las manos y los pies.
  41   Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
  42   Entonces ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel.
  43   Y Él lo tomó y comió delante de ellos.
  44   Y les dijo: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros; que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los Salmos.
  45   Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
  46   y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
  47   y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
  48   Y vosotros sois testigos de estas cosas.
  49   Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre: mas vosotros quedaos en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos con poder de lo alto.
  50   Y los condujo fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
  51   Y aconteció que bendiciéndolos, fue apartado de ellos, y llevado arriba al cielo.
  52   Y ellos, habiéndole adorado, regresaron a Jerusalén con gran gozo;
  53   y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.