Reina Valera Gomez - Marcos

Chapter: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16


 
Marcos 1
 
  1   Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.
  2   Como está escrito en los profetas: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.
  3   Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor: Enderezad sus sendas.
  4   Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.
  5   Y salía a él toda la provincia de Judasa, y los de Jerusalén, y eran todos bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
  6   Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y portaba un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
  7   Y predicaba, diciendo: Viene tras mí uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.
  8   Yo a la verdad os he bautizado en agua; pero Él os bautizará con el Espíritu Santo.
  9   Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
  10   Y luego, subiendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre Él.
  11   Y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo contentamiento.
  12   Y enseguida el Espíritu le impulsó al desierto.
  13   Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
  14   Mas después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
  15   y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado: Arrepentíos, y creed el evangelio.
  16   Y caminando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.
  17   Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
  18   Y dejando al instante sus redes, le siguieron.
  19   Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, que estaban también en la barca remendando sus redes.
  20   Y al instante los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron en pos de Él.
  21   Y entraron en Capernaúm; y luego en el día sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.
  22   Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
  23   Y había en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual dio voces,
  24   diciendo: ¡Déjanos! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
  25   Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece, y sal de él!
  26   Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.
  27   Y todos estaban maravillados, de tal manera que se preguntaban entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
  28   Y pronto corrió su fama por toda la región alrededor de Galilea.
  29   Y en seguida, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
  30   Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y le dijeron luego de ella.
  31   Entonces vino Él, y tomándola de la mano la levantó; y al instante le dejó la fiebre, y ella les servía.
  32   Y a la caída la tarde, cuando el sol se puso, le trajeron a todos los enfermos, y a los endemoniados;
  33   y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
  34   Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
  35   Y levantándose muy de mañana, mucho antes del amanecer, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
  36   Y Simón y los que estaban con él salieron a buscarle;
  37   y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.
  38   Y Él les dijo: Vamos a las ciudades vecinas, para que predique también allí, porque para esto he venido.
  39   Y predicaba en las sinagogas de ellos por toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
  40   Y vino a Él un leproso, rogándole; y arrodillándose ante Él, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
  41   Y Jesús, teniendo compasión de él, extendió su mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
  42   Y así que hubo Él hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
  43   Entonces le apercibió rigurosamente, despidiéndole luego,
  44   y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
  45   Pero él, en cuanto salió, comenzó a publicarlo mucho, y a divulgar el hecho, de manera que Jesús ya no podía entrar abiertamente a la ciudad, sino que se estaba fuera en los lugares desiertos; y venían a Él de todas partes.

 
Marcos 2
 
  1   Y después de algunos días entró otra vez en Capernaúm, y se oyó que estaba en casa.
  2   E inmediatamente se juntaron muchos, tanto que ya no había lugar, ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
  3   Entonces vinieron a Él unos trayendo a un paralítico, que era cargado por cuatro.
  4   Y no pudiendo llegar a Él por causa del gentío, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
  5   Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
  6   Y estaban sentados allí unos de los escribas, los cuales pensaban en sus corazones:
  7   ¿Por qué habla Éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
  8   Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?
  9   ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
  10   Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados ( dijo al paralítico ):
  11   A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa.
  12   Y al instante él se levantó, y tomando su lecho, salió delante de todos; de manera que todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios, diciendo: ¡Nunca tal hemos visto!
  13   Y volvió a irse al mar; y toda la multitud venía a Él, y les enseñaba.
  14   Y pasando, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
  15   Y aconteció que estando Jesús a la mesa en su casa, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa con Jesús y sus discípulos; porque eran muchos, y le seguían.
  16   Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y los pecadores, dijeron a sus discípulos: ¿Qué es esto, que Él come y bebe con publicanos y pecadores?
  17   Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
  18   Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan, y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
  19   Y Jesús les dijo: ¿Pueden ayunar los que están de bodas, mientras el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
  20   Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
  21   Nadie cose remiendo de paño nuevo en vestido viejo, de otra manera el remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
  22   Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
  23   Y aconteció que pasando Él por los sembrados en sábado, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
  24   Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?
  25   Y Él les dijo: ¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que con él estaban;
  26   cómo entró en la casa de Dios, en los días de Abiatar el sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y dio aun a los que con él estaban?
  27   También les dijo: El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado.
  28   Así que el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado.

 
Marcos 3
 
  1   Y otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
  2   Y le acechaban, si en sábado le sanaría, para poder acusarle.
  3   Entonces dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate y ponte en medio.
  4   Y les dijo: ¿Es lícito hacer bien en sábado, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
  5   Entonces mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y su mano le fue restaurada sana como la otra.
  6   Y saliendo los fariseos, en seguida tomaron consejo con los herodianos contra Él, de cómo le matarían.
  7   Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió una gran multitud de Galilea, y de Judasa,
  8   y de Jerusalén, y de Idumea, y del otro lado del Jordán, y los de alrededor de Tiro y de Sidón, una gran multitud, que oyendo cuán grandes cosas hacía, vinieron a Él.
  9   Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre apercibida una barca, por causa de la multitud, para que no le oprimiesen.
  10   Porque había sanado a muchos, de manera que por tocarle, caían sobre Él todos los que tenían plagas.
  11   Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de Él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
  12   Mas Él les reprendía mucho que no le diesen a conocer.
  13   Y cuando subió al monte, llamó a sí a los que Él quiso, y vinieron a Él.
  14   Y ordenó a doce, para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar.
  15   Y que tuviesen poder para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
  16   A Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
  17   a Jacobo, hijo de Zebedeo, a Juan hermano de Jacobo, a quienes puso por sobrenombre Boanerges, que es, Hijos del trueno;
  18   a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Jacobo, hijo de Alfeo, a Tadeo, a Simón el cananita,
  19   y a Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
  20   Y otra vez se agolpó la multitud, de manera que ellos ni aun podían comer pan.
  21   Y cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.
  22   Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Belcebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
  23   Y llamándoles, les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás, echar fuera a Satanás?
  24   Y si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
  25   Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
  26   Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, antes ha llegado su fin.
  27   Nadie puede entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al hombre fuerte, y entonces podrá saquear su casa.
  28   De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren;
  29   pero cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que está en peligro de condenación eterna.
  30   Porque decían: Tiene espíritu inmundo.
  31   Entonces vienen sus hermanos y su madre, y estando afuera, envían a Él, llamándole.
  32   Y la multitud estaba sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.
  33   Y Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre, o mis hermanos?
  34   Y mirando alrededor a los que estaban sentados en derredor de Él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
  35   Porque todo aquel que hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

 
Marcos 4
 
  1   Y otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y una gran multitud se reunió alrededor de Él; tanto que entró en una barca, y se sentó en ella en el mar, y toda la multitud estaba en tierra junto al mar.
  2   Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
  3   Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
  4   y aconteció que al sembrar, una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo y la devoraron.
  5   Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó, porque no tenía profundidad de tierra;
  6   pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
  7   Y otra parte cayó entre espinos; y crecieron los espinos y la ahogaron, y no dio fruto.
  8   Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto que brotó y creció; y produjo, una a treinta, otra a sesenta, y otra a ciento por uno.
  9   Y les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
  10   Y cuando estuvo solo, los que estaban cerca de Él con los doce le preguntaron sobre la parábola.
  11   Y les dijo: A vosotros es dado el saber los misterios del reino de Dios; mas a los que están fuera, todo es hecho por parábolas;
  12   para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados sus pecados.
  13   Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
  14   El sembrador es el que siembra la palabra.
  15   Y éstos son los de junto al camino; en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que fue sembrada en sus corazones.
  16   Y de igual modo, éstos son los que son sembrados en pedregales; quienes habiendo oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
  17   pero no tienen raíz en sí, sino que duran poco tiempo; pero luego, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida se escandalizan.
  18   Y éstos son los que fueron sembrados entre espinos; los que oyen la palabra,
  19   pero los afanes de este mundo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
  20   Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra; los que oyen la palabra y la reciben, y llevan fruto, uno a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento por uno.
  21   Y les dijo: ¿Se trae el candil para ponerse debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerse en el candelero?
  22   Porque nada hay oculto que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de ser descubierto.
  23   Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
  24   Y les dijo: Mirad lo que oís; porque con la medida que medís, se os medirá, y a vosotros los que oís, más os será añadido.
  25   Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
  26   Y dijo: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
  27   y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin saber él cómo.
  28   Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga.
  29   Y cuando ha dado el fruto, en seguida se mete la hoz, porque la siega es llegada.
  30   Y dijo: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola le compararemos?
  31   Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
  32   pero después de sembrado, crece, y se hace la más grande de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de manera que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra.
  33   Y con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, conforme ellos podían oír.
  34   Y sin parábola no les hablaba, mas a sus discípulos en privado les aclaraba todas las cosas.
  35   Y aquel día, cuando cayó la tarde, les dijo: Pasemos al otro lado.
  36   Y despidiendo a la multitud, le recibieron como estaba en la barca; y había también con Él otras barcas.
  37   Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas azotaban la barca, de manera que ya se anegaba.
  38   Y Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y despertándole, le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
  39   Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento. Y se hizo grande bonanza.
  40   Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo es que no tenéis fe?
  41   Y temieron en gran manera, y se decían el uno al otro: ¿Qué clase de hombre es Éste, que aun el viento y el mar le obedecen?

 
Marcos 5
 
  1   Y vinieron al otro lado del mar, a la provincia de los gadarenos.
  2   Y saliendo Él de la barca, en seguida le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
  3   que tenía su morada entre los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
  4   Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos, y nadie le podía domar.
  5   Y siempre, de día y de noche, andaba en los montes y en los sepulcros, dando voces e hiriéndose con piedras.
  6   Y cuando vio a Jesús de lejos, corrió y le adoró.
  7   Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tengo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
  8   Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
  9   Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
  10   Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella provincia.
  11   Y estaba allí cerca del monte un hato grande de puercos paciendo.
  12   Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.
  13   Y luego Jesús se los permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los puercos ( los cuales eran como dos mil ); y el hato se precipitó al mar por un despeñadero; y en el mar se ahogaron.
  14   Y los que apacentaban los puercos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
  15   Y vinieron a Jesús, y vieron al que había sido poseído del demonio y había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
  16   Y los que lo habían visto les contaron cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los puercos.
  17   Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
  18   Y entrando Él en la barca, el que había estado poseído del demonio le rogaba que le dejase estar con Él.
  19   Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
  20   Y yéndose, comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.
  21   Y cuando Jesús pasó otra vez en una barca al otro lado; una gran multitud se reunió alrededor de Él; y Él estaba junto al mar.
  22   Y he aquí, vino uno de los príncipes de la sinagoga llamado Jairo, y luego que le vio, se postró a sus pies,
  23   y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está a punto de morir; ven y pon tus manos sobre ella para que sea sana, y vivirá.
  24   Y Jesús fue con él, y mucha gente le seguía, y le apretaban.
  25   Y una mujer que padecía flujo de sangre por ya doce años,
  26   y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y no había mejorado, antes le iba peor,
  27   cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud y tocó su manto.
  28   Porque decía: Si tan sólo tocare su manto, seré sana.
  29   Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba sana de aquel azote.
  30   Y enseguida Jesús, sabiendo en sí mismo el poder que había salido de Él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mi manto?
  31   Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
  32   Pero Él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
  33   Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de Él, y le dijo toda la verdad.
  34   Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz, y queda sana de tu azote.
  35   Mientras Él aún hablaba, vinieron de la casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
  36   Y tan pronto como Jesús oyó la palabra que fue dicha, dijo al príncipe de la sinagoga: No temas, cree solamente.
  37   Y no permitió que le siguiese nadie, salvo Pedro, y Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
  38   Y vino a casa del príncipe de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.
  39   Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme.
  40   Y se burlaban de Él. Pero Él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con Él, y entró a donde la muchacha yacía.
  41   Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: Talita cumi; que es si lo interpretares: Muchacha, a ti te digo: Levántate.
  42   Y al instante la muchacha se levantó y anduvo; porque tenía doce años. Y estaban atónitos, muy asombrados.
  43   Y Él les encargó mucho que nadie lo supiese, y mandó que se le diese de comer.

 
Marcos 6
 
  1   Y salió Él de allí y vino a su tierra, y le siguieron sus discípulos.
  2   Y llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene Éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, que tales maravillas son hechas por sus manos?
  3   ¿No es Éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de Él.
  4   Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
  5   Y no pudo hacer allí una gran obra, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sus manos sobre ellos.
  6   Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
  7   Y llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio potestad sobre los espíritus inmundos.
  8   Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa;
  9   Sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
  10   Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
  11   Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo de debajo de vuestros pies para testimonio contra ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
  12   Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
  13   Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
  14   Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso milagros obran en él.
  15   Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
  16   Mas oyéndolo Herodes, dijo: Es Juan, al que yo decapité, él ha resucitado de los muertos.
  17   Porque Herodes mismo había enviado y prendido a Juan, y le había atado en la cárcel a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano; pues se había casado con ella.
  18   Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la esposa de tu hermano.
  19   Y Herodías le aborrecía, y deseaba matarle, pero no podía;
  20   porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba; y cuando le oía, él hacía muchas cosas, y le oía de buena gana.
  21   Pero viniendo un día oportuno, en que Herodes, en su cumpleaños, hizo una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea;
  22   entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la damisela: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
  23   Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino.
  24   Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
  25   Entonces ella entró apresuradamente ante el rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
  26   Y el rey se entristeció mucho, mas por causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
  27   Y en seguida el rey envió a un verdugo, y mandó que fuese traída su cabeza; y el verdugo fue y le decapitó en la cárcel,
  28   y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la damisela, y la damisela la dio a su madre.
  29   Y cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron el cuerpo y lo pusieron en un sepulcro.
  30   Entonces los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
  31   Y Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni aun tenían tiempo para comer.
  32   Y se fueron en la barca a un lugar desierto, a solas.
  33   Pero la gente les vio partir, y muchos le reconocieron, y corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a Él.
  34   Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas que no tenían pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas.
  35   Y cuando el día era ya muy avanzado, sus discípulos se acercaron a Él y le dijeron: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
  36   Despídelos para que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor, y compren pan para sí; porque no tienen qué comer.
  37   Respondiendo Él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
  38   Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y enterándose, dijeron: Cinco, y dos peces.
  39   Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
  40   Y se sentaron por grupos, de cien en cien, y de cincuenta en cincuenta.
  41   Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de ellos; y repartió los dos peces entre todos.
  42   Y todos comieron y se saciaron.
  43   Y recogieron de los pedazos doce canastos llenos, y de los peces.
  44   Y los que comieron de los panes eran como cinco mil hombres.
  45   Y en seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de Él al otro lado, a Betsaida, entre tanto que Él despedía a la multitud.
  46   Y habiéndoles despedido se fue al monte a orar.
  47   Y al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él solo en tierra.
  48   Y al ver que se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.
  49   Y viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y dieron voces;
  50   porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: Tened buen ánimo, yo soy, no temáis.
  51   Y subió a ellos en la barca, y cesó el viento, y ellos estaban asombrados sobremanera, y se maravillaban.
  52   Porque aún no habían entendido el milagro de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
  53   Y habiendo pasado al otro lado, vinieron a tierra de Genezaret, y tomaron puerto.
  54   Y saliendo ellos de la barca, enseguida le reconocieron;
  55   y corriendo a través de toda la región de alrededor, comenzaron a traer en lechos a los que estaban enfermos, a donde oían que estaba.
  56   Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar tan siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

 
Marcos 7
 
  1   Entonces se juntaron a Él los fariseos, y ciertos de los escribas, que habían venido de Jerusalén.
  2   Y cuando vieron a algunos de sus discípulos comer pan con manos inmundas, es decir, no lavadas, los condenaban.
  3   Porque los fariseos y todos los judíos, guardando la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
  4   Y volviendo del mercado, si no se lavan, no comen. Y muchas otras cosas hay que han recibido para guardar, como el lavar las copas, los jarros, los vasos de bronce, y las mesas.
  5   Entonces los fariseos y los escribas le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan sin lavarse las manos?
  6   Y respondiendo Él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón lejos está de mí.
  7   Pero en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.
  8   Porque haciendo a un lado el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres; el lavamiento de jarros, de copas; y hacéis muchas otras cosas semejantes.
  9   Y les decía: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
  10   Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldijere a su padre o a su madre, muera de muerte.
  11   Pero vosotros decís: Si un hombre dice a su padre o a su madre: Es corbán ( que quiere decir, mi ofrenda ) todo aquello con que pudiera ayudarte; quedará libre,
  12   y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
  13   invalidando la palabra de Dios por vuestra tradición que disteis. Y muchas cosas hacéis semejantes a éstas.
  14   Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended:
  15   Nada hay fuera del hombre que entrando en él, le pueda contaminar, mas lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
  16   Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
  17   Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola.
  18   Y les dijo: ¿También vosotros estáis sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre no le puede contaminar?
  19   Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina, limpiando todas las viandas.
  20   Y decía: Lo que sale del hombre, eso contamina al hombre.
  21   Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
  22   los hurtos, las avaricias, las maldades, los engaños, las lascivias, el ojo maligno, la blasfemia, la soberbia, la insensatez.
  23   Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
  24   Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
  25   Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies.
  26   Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
  27   Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
  28   Y ella respondió y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
  29   Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
  30   Y cuando ella llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada sobre la cama.
  31   Y saliendo otra vez de la región de Tiro y de Sidón, vino al mar de Galilea, a través de las costas de Decápolis.
  32   Y le trajeron a uno que era sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera su mano sobre él.
  33   Y tomándole aparte de la multitud, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
  34   y alzando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata; que es: Sé abierto.
  35   Y al instante sus oídos fueron abiertos, y fue suelta la atadura de su lengua, y hablaba bien.
  36   Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
  37   Y se maravillaban en gran manera, diciendo: Todo lo ha hecho bien; hace a los sordos oír y a los mudos hablar.

 
Marcos 8
 
  1   En aquellos días, siendo tan grande la multitud, y no teniendo qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
  2   Tengo compasión de la multitud, porque son ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;
  3   y si los envío en ayunas a sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos.
  4   Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?
  5   Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
  6   Entonces mandó a la multitud que se sentase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
  7   Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.
  8   Y comieron, y se saciaron; y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete canastos.
  9   Y los que comieron eran como cuatro mil; y los despidió.
  10   Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
  11   Y vinieron los fariseos y comenzaron a altercar con Él, y tentándole, le pedían señal del cielo.
  12   Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
  13   Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue al otro lado.
  14   Y los discípulos se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
  15   Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
  16   Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no tenemos pan.
  17   Y cuando Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué discutís, porque no tenéis pan? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
  18   ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?
  19   Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y le dijeron: Doce.
  20   Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.
  21   Y les dijo: ¿Cómo es que aún no entendéis?
  22   Y vino a Betsaida; y le trajeron a un ciego, y le rogaron que le tocase.
  23   Entonces tomando de la mano al ciego, lo condujo fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y poniendo sus manos sobre él, le preguntó si veía algo.
  24   Y él mirando, dijo: Veo los hombres como árboles que caminan.
  25   Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio claramente a todos.
  26   Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
  27   Y salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
  28   Y ellos respondieron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Alguno de los profetas.
  29   Entonces Él les dice: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
  30   Y les apercibió que no hablasen de Él a ninguno.
  31   Y comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, y ser rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
  32   Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro tomándole aparte, comenzó a reprenderlo.
  33   Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Quítate de delante de mí, Satanás; porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
  34   Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
  35   Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, éste la salvará.
  36   Porque ¿qué aprovechará el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
  37   ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
  38   Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación perversa y adúltera, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

 
Marcos 9
 
  1   También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.
  2   Y seis días después Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los sacó solos aparte a un monte alto; y fue transfigurado delante de ellos.
  3   Y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra las puede hacer tan blancas.
  4   Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
  5   Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres tabernáculos; uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías.
  6   Porque no sabía lo que hablaba; pues estaban aterrados.
  7   Y vino una nube que les cubrió de sombra, y desde la nube una voz que decía: Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.
  8   Y luego, mirando alrededor, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
  9   Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino hasta que el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
  10   Y retuvieron la palabra entre sí, preguntándose entre ellos qué significaría eso de resucitar de los muertos.
  11   Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
  12   Y respondiendo Él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; y como está escrito del Hijo del Hombre, que debe padecer mucho y ser tenido en nada.
  13   Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
  14   Y cuando vino a sus discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.
  15   Y en seguida todo el pueblo, al verle, se asombró, y corriendo hacia Él, le saludaron.
  16   Y preguntó a los escribas: ¿Qué disputáis con ellos?
  17   Y uno de la multitud respondiendo, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
  18   el cual, dondequiera que le toma, le desgarra; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
  19   Y respondiendo Él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tengo que soportar? Traédmele.
  20   Y se lo trajeron; y cuando le vio, al instante el espíritu le desgarraba; y cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
  21   Y Jesús preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño:
  22   Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua para matarle; pero si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros, y ayúdanos.
  23   Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
  24   Y al instante el padre del muchacho, clamando con lágrimas, dijo: Señor, creo, ayuda mi incredulidad.
  25   Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
  26   Entonces el espíritu, clamando y desgarrándole mucho, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
  27   Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
  28   Y cuando Él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
  29   Y Él les dijo: Este género por nada puede salir, sino por oración y ayuno.
  30   Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
  31   Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.
  32   Pero ellos no entendían este dicho, y tenían miedo de preguntarle.
  33   Y llegó a Capernaúm; y estando ya en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
  34   Pero ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, de quién había de ser el mayor.
  35   Entonces sentándose, llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
  36   Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
  37   El que recibiere en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.
  38   Y Juan le respondió, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
  39   Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.
  40   Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
  41   Y cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
  42   Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase al mar.
  43   Y si tu mano te es ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que nunca será apagado;
  44   donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
  45   Y si tu pie te es ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que nunca será apagado,
  46   donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
  47   Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar al reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al fuego del infierno,
  48   donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
  49   Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
  50   Buena es la sal; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será sazonada? Tened sal en vosotros mismos, y tened paz los unos con los otros.

 
Marcos 10
 
  1   Y levantándose de allí, vino a las costas de Judasa al otro lado del Jordán. Y volvió el pueblo a juntarse a Él, y otra vez les enseñaba como solía.
  2   Y viniendo los fariseos, para tentarle, le preguntaron: ¿Es lícito al marido divorciarse de su esposa?
  3   Y Él respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
  4   Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiarla.
  5   Y Jesús respondiendo, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento,
  6   pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
  7   Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa;
  8   y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una carne.
  9   Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
  10   Y en casa sus discípulos volvieron a preguntarle de lo mismo.
  11   Y Él les dijo: Cualquiera que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra ella;
  12   y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
  13   Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.
  14   Y viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
  15   De cierto os digo que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
  16   Y tomándolos en sus brazos, poniendo sus manos sobre ellos, los bendecía.
  17   Y saliendo Él para continuar su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
  18   Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
  19   Los mandamientos sabes: No adulteres: No mates: No hurtes: No des falso testimonio: No defraudes: Honra a tu padre y a tu madre.
  20   Y él respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
  21   Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: Ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, toma tu cruz, y sígueme.
  22   Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
  23   Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
  24   Y los discípulos se asombraron de sus palabras. Pero Jesús, respondiendo otra vez, les dijo: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
  25   Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
  26   Y ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
  27   Y mirándolos Jesús, dijo: Con los hombres es imposible; pero con Dios, no; porque con Dios todas las cosas son posibles.
  28   Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
  29   Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que ninguno hay que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
  30   que no haya de recibir cien tantos ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.
  31   Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.
  32   E iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; y estaban asombrados, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
  33   He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;
  34   y le escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en Él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.
  35   Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, vinieron a Él, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
  36   Y Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
  37   Y ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
  38   Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
  39   Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, beberéis de la copa de que yo bebo, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;
  40   pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no es mío darlo, sino que será dado a aquellos para quienes está preparado.
  41   Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a indignarse contra Jacobo y contra Juan.
  42   Pero Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que parecen ser príncipes de los gentiles, se enseñorean sobre ellos; y los que entre ellos son grandes, tienen potestad sobre ellos.
  43   Pero no será así entre vosotros; antes el que quisiere ser grande entre vosotros, será vuestro servidor;
  44   y el que de vosotros quisiere ser el primero, será siervo de todos.
  45   Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos.
  46   Entonces vinieron a Jericó; y saliendo Él de Jericó, con sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
  47   Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a dar voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
  48   Y muchos le reprendían para que callara; pero él, mucho más gritaba: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
  49   Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
  50   Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
  51   Y respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Señor, que reciba la vista.
  52   Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante recibió su vista, y seguía a Jesús en el camino.

 
Marcos 11
 
  1   Y cuando llegaron cerca de Jerusalén a Betfagé y a Betania, al monte de los Olivos, Él envió a dos de sus discípulos,
  2   y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado; desatadlo y traedlo.
  3   Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que enseguida lo devolverá.
  4   Y fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, donde se unían dos caminos, y le desataron.
  5   Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
  6   Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
  7   Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
  8   Y muchos tendían sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.
  9   Y los que iban delante y los que seguían detrás, aclamaban, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
  10   ¡Bendito el reino de nuestro padre David, que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
  11   Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
  12   Y al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
  13   Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, vino a ver si quizá hallaría en ella algo; y cuando vino a ella, nada halló sino hojas, porque no era tiempo de higos.
  14   Entonces Jesús respondiendo, dijo a la higuera: Nunca más coma nadie fruto de ti, por siempre. Y sus discípulos lo oyeron.
  15   Y vinieron a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
  16   y no consentía que nadie atravesase el templo llevando vaso alguno.
  17   Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada por todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
  18   Y lo oyeron los escribas y los príncipes de los sacerdotes, y buscaban cómo le matarían; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
  19   Y al llegar la noche, Él salió de la ciudad.
  20   Y en la mañana, pasando por allí, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
  21   Y Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
  22   Y respondiendo Jesús les dijo: Tened fe en Dios.
  23   Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que dijere le será hecho.
  24   Por tanto os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
  25   Y cuando estuviereis orando, perdonad, si tuviereis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en el cielo os perdone a vosotros vuestras ofensas.
  26   Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en el cielo os perdonará vuestras ofensas.
  27   Y vinieron de nuevo a Jerusalén; y andando Él por el templo, vienen a Él los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y los ancianos,
  28   y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?
  29   Y Jesús, respondiendo, les dijo: Yo también os haré una pregunta; y respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:
  30   El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
  31   Y ellos discutían entre sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
  32   Y si dijéremos: De los hombres, tememos al pueblo; porque todos tenían a Juan como un verdadero profeta.
  33   Y ellos, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

 
Marcos 12
 
  1   Y comenzó a hablarles por parábolas: Un hombre plantó una viña, y la cercó con vallado, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores, y partió lejos.
  2   Y al tiempo envió un siervo a los labradores, para que recibiese de los labradores del fruto de su viña.
  3   Mas ellos tomándole, le hirieron, y le enviaron vacío.
  4   Y volvió a enviarles otro siervo, mas ellos apedreándole, le hirieron en la cabeza, y le enviaron afrentado.
  5   Y volvió a enviar a otro, y a éste mataron; y a otros muchos, hiriendo a unos y matando a otros.
  6   Por último, teniendo aún un hijo, su amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
  7   Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Éste es el heredero, venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
  8   Y prendiéndole, le mataron, y le echaron fuera de la viña.
  9   ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros.
  10   ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores, ha venida a ser cabeza del ángulo:
  11   El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos?
  12   Y procuraban prenderle, porque sabían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían al pueblo, y dejándole se fueron.
  13   Y enviaron a Él algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le prendiesen en alguna palabra.
  14   Y viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que enseñas el camino de Dios en verdad: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
  15   Pero Él, conociendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme una moneda para que la vea.
  16   Y ellos se la trajeron. Y les dijo: ¿De quién es esta imagen e inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
  17   Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de Él.
  18   Entonces vinieron a Él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
  19   Maestro, Moisés nos escribió, que si el hermano de alguno muere, y deja esposa y no deja hijos, que su hermano tome su esposa, y levante descendencia a su hermano.
  20   Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa; y murió sin dejar descendencia.
  21   Y la tomó el segundo, y murió, y tampoco él dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
  22   Y la tomaron los siete, y no dejaron descendencia; a la postre murió también la mujer.
  23   En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.
  24   Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque no conocéis las Escrituras, ni el poder de Dios?
  25   Porque cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán, ni se darán en casamiento, mas serán como los ángeles que están en el cielo.
  26   Y de que los muertos hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
  27   Él no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
  28   Y uno de los escribas que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, vino y le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
  29   Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, oh Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
  30   Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento.
  31   Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
  32   Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, porque hay un Dios, y no hay otro fuera de Él.
  33   Y el amarle con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
  34   Y viendo Jesús que él había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
  35   Y enseñando en el templo, respondió Jesús y dijo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
  36   Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.
  37   Y si David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y el pueblo común le oía de buena gana.
  38   Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con vestiduras largas, y aman las salutaciones en las plazas,
  39   y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
  40   que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Éstos recibirán mayor condenación.
  41   Y estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho.
  42   Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, que es un cuadrante.
  43   Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
  44   porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.

 
Marcos 13
 
  1   Y saliendo Él del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.
  2   Y Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
  3   Y sentándose en el monte de los Olivos, frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
  4   Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
  5   Y Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe;
  6   porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
  7   Y cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis; porque es necesario que así acontezca; pero aún no es el fin.
  8   Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos.
  9   Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas seréis azotados; y delante de gobernadores y de reyes y seréis llevados por causa de mí, para testimonio contra ellos.
  10   Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones.
  11   Y cuando os llevaren y entregaren, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo premeditéis; sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
  12   Y el hermano entregará a muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los harán morir.
  13   Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
  14   Mas cuando viereis la abominación desoladora, de que habló el profeta Daniel, que estará donde no debe estar ( el que lee, entienda ), entonces los que estén en Judasa, huyan a los montes;
  15   y el que esté sobre el terrado, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
  16   Y el que estuviere en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa.
  17   Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las que amamanten en aquellos días!
  18   Orad, pues, que vuestra huida no acontezca en invierno.
  19   Porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni habrá.
  20   Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, ninguna carne sería salva; mas por causa de los elegidos que Él escogió, acortó aquellos días.
  21   Y entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, no le creáis; o: Mirad, allí está, no le creáis.
  22   Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.
  23   Mas vosotros mirad, he aquí, os lo he dicho todo antes.
  24   Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor;
  25   y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.
  26   Y entonces verán al Hijo del Hombre, viniendo en las nubes con gran poder y gloria.
  27   Y entonces enviará sus ángeles, y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
  28   De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama enternece, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca:
  29   Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
  30   De cierto os digo que no pasará esta generación, hasta que todo esto acontezca.
  31   El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
  32   Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
  33   Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo es el tiempo.
  34   Porque el Hijo del Hombre es como el hombre que partió lejos, el cual dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.
  35   Velad, pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa ha de venir; si a la tarde, o a la media noche, o al canto del gallo, o al amanecer;
  36   no sea que viniendo de repente, os halle durmiendo.
  37   Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.

 
Marcos 14
 
  1   Y dos días después era la fiesta de la pascua, y de los panes sin levadura; y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle por engaño y matarle.
  2   Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto del pueblo.
  3   Y estando Él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado Él a la mesa, vino una mujer trayendo un frasco de alabastro de ungüento de nardo puro, de mucho precio, y quebrando el frasco de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
  4   Y hubo algunos que se indignaron dentro de sí, y dijeron: ¿Por qué se ha hecho este desperdicio de ungüento?
  5   Porque podía esto haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
  6   Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
  7   Pues siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando quisiereis, les podéis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis.
  8   Ésta ha hecho lo que podía; y se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
  9   De cierto os digo: Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, lo que ella ha hecho, también será contado para memoria de ella.
  10   Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los príncipes de los sacerdotes para entregárselo.
  11   Y ellos, al oírlo, se regocijaron, y prometieron darle dinero. Y buscaba cómo poder entregarle.
  12   Y el primer día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos y preparemos para que comas la pascua?
  13   Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,
  14   y donde él entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
  15   Y él os mostrará un aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.
  16   Y fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como Él les había dicho, y prepararon la pascua.
  17   Y cuando llegó la noche, vino Él con los doce.
  18   Y sentándose ellos a la mesa, mientras comían, Jesús dijo: De cierto os digo: Uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
  19   Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno tras otro: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
  20   Y respondiendo Él, les dijo: Es uno de los doce, que moja conmigo en el plato.
  21   A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de Él; mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a tal hombre nunca haber nacido.
  22   Y comiendo ellos, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
  23   Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.
  24   Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo testamento, que por muchos es derramada.
  25   De cierto os digo, que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día, cuando lo beberé nuevo en el reino de Dios.
  26   Y habiendo cantado un himno, salieron al monte de los Olivos.
  27   Entonces Jesús les dijo: Todos seréis escandalizados de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.
  28   Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
  29   Entonces Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados, mas yo no.
  30   Y Jesús le dijo: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes de que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
  31   Mas él con más vehemencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
  32   Y vinieron al lugar que se llama Getsemaní; y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
  33   Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
  34   Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.
  35   Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de Él aquella hora.
  36   Y dijo: Abba, Padre, todas las cosas te son posibles; aparta de mí esta copa; pero no sea mi voluntad, sino la tuya.
  37   Y vino y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
  38   Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
  39   Y otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.
  40   Y al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño, y no sabían qué responderle.
  41   Y vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya y descansad; basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
  42   Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.
  43   Y en ese momento, mientras Él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él una gran multitud con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas y de los ancianos.
  44   Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es, prendedle, y llevadle con seguridad.
  45   Y cuando vino, enseguida se acercó a Él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.
  46   Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron.
  47   Y uno de los que estaban allí, sacó una espada, he hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.
  48   Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón habéis venido con espadas y palos para prenderme?
  49   Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
  50   Entonces todos dejándole, huyeron.
  51   Y cierto joven le seguía, cubierta su desnudez con una sábana; y los jóvenes le prendieron.
  52   Mas él, dejando la sábana, huyó de ellos desnudo.
  53   Y trajeron a Jesús ante el sumo sacerdote; y estaban reunidos con él todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos y los escribas.
  54   Y Pedro le siguió de lejos hasta adentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los siervos, calentándose al fuego.
  55   Y los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a muerte, mas no lo hallaban.
  56   Porque muchos decían falso testimonio contra Él; pero sus testimonios no concordaban.
  57   Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra Él, diciendo:
  58   Nosotros le oímos decir: Yo derribaré este templo que es hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
  59   Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.
  60   Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
  61   Mas Él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
  62   Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder, y viniendo en las nubes del cielo.
  63   Entonces el sumo sacerdote rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
  64   Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos le condenaron a ser culpable de muerte.
  65   Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrir su rostro, y a abofetearle, diciéndole: Profetiza; y los siervos le herían a bofetadas.
  66   Y estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
  67   y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Y tú también estabas con Jesús el Nazareno.
  68   Pero él lo negó, diciendo: No le conozco, ni entiendo lo que dices. Y salió al portal; y cantó el gallo.
  69   Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Éste es de ellos.
  70   Y él lo negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí, dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos, porque eres galileo, y tu hablar es semejante.
  71   Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis.
  72   Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.

 
Marcos 15
 
  1   Y luego por la mañana, tomando consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato.
  2   Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo Él, le dijo: Tú lo dices.
  3   Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho, mas Él no respondía nada.
  4   Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: ¿No respondes nada? Mira cuántas cosas testifican contra ti.
  5   Pero Jesús ni aun con eso respondió nada; de modo que Pilato se maravillaba.
  6   Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
  7   Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín, que habían cometido homicidio en una insurrección.
  8   Y la multitud, gritando, comenzó a pedir que hiciera como siempre les había hecho.
  9   Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
  10   Porque él sabía que los príncipes de los sacerdotes por envidia le habían entregado.
  11   Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron a la multitud, para que les soltase más bien a Barrabás.
  12   Y respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?
  13   Y ellos volvieron a gritar: ¡Crucifícale!
  14   Entonces Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale!
  15   Y Pilato queriendo agradar al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
  16   Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala que es llamada Pretorio; y convocaron a toda la cohorte.
  17   Y le vistieron de púrpura; y tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza.
  18   Y comenzaron a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!
  19   Y le herían en la cabeza con una caña, y escupían en Él, y arrodillándose le adoraban.
  20   Y cuando le hubieron escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propias vestiduras, y le sacaron para crucificarle.
  21   Y obligaron a uno que pasaba, Simón cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, para que le llevase su cruz.
  22   Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que interpretado es: El lugar de la Calavera.
  23   Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas Él no lo tomó.
  24   Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras echando suertes sobre ellas, para ver qué llevaría cada uno.
  25   Y era la hora tercera cuando le crucificaron.
  26   Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.
  27   Y crucificaron con Él a dos ladrones, uno a su derecha, y otro a su izquierda.
  28   Y se cumplió la Escritura que dice: Y con los transgresores fue contado.
  29   Y los que pasaban le injuriaban, meneando sus cabezas y diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas,
  30   sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.
  31   De esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar.
  32   El Cristo, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con Él le injuriaban.
  33   Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
  34   Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? Que interpretado, es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
  35   Y oyéndole unos de los que estaban allí, dijeron: He aquí, llama a Elías.
  36   Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
  37   Mas Jesús, clamando a gran voz, entregó el espíritu.
  38   Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
  39   Y cuando el centurión que estaba delante de Él, vio que así clamando entregó el espíritu, dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.
  40   Y estaban también algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé;
  41   las cuales, cuando estuvo en Galilea, le habían seguido, y le servían; y muchas otras que habían subido con Él a Jerusalén.
  42   Y cuando ya atardecía, porque era la preparación, esto es, la víspera del sábado,
  43   José de Arimatea, consejero honorable, que también esperaba el reino de Dios, vino, y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
  44   Y Pilato se maravilló de que ya hubiese muerto; y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto.
  45   Y enterado del centurión, dio el cuerpo a José,
  46   el cual compró una sábana, y bajándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una roca, y rodó una piedra a la puerta del sepulcro.
  47   Y María Magdalena, y María la madre de José, miraban dónde era puesto.

 
Marcos 16
 
  1   Y cuando hubo pasado el sábado, María Magdalena, y María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para venir a ungirle.
  2   Y muy de mañana, el primer día de la semana, a la salida del sol, vinieron al sepulcro.
  3   Y decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la puerta del sepulcro?
  4   Y cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande.
  5   Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
  6   Y él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron.
  7   Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que Él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.
  8   Y ellas se fueron aprisa, huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
  9   Mas cuando Jesús resucitó por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de la cual había echado siete demonios.
  10   Y ella fue y lo hizo saber a los que habían estado con Él, que estaban tristes y llorando.
  11   Y ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
  12   Y después de esto, apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.
  13   Y ellos fueron, y lo hicieron saber a los demás; y ni aun a ellos creyeron.
  14   Finalmente se apareció a los once, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
  15   Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
  16   El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
  17   Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
  18   tomarán serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.
  19   Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
  20   Y ellos saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con señales que les seguían. Amén.